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Crisis: la historia se repite

Crisis: la historia se repite

En distintas ocasiones hemos escrito aquí, que todas las crisis, en el fondo, son iguales: crisis de ambición y avaricia, con independencia de que los protagonistas sean unos u otros, y los instrumentos –financieros o no financieros– sean diferentes. Lo que ocurre es que el ser humano se ciega y al final, todo acaba saltando por los aires. Mirar al pasado a ayudar a entender el presente y a calibrar un poco más el futuro.

El pasado fin de semana se escribía en el semanal de economía del Diario ABC un artículo titulado, «Crisis: la historia se repite». Allí se contaban episodios muy conocidos a lo largo de la historia –tulipanes, ferrocarriles, petróleo, puntocoms, subprimes...– que acabaron mal debido a la falta de mesura y prudencia del ser humano. Conviene aprender de ellos y tenerlos encima de la mesa porque, como se suele decir, quien no aprende de la historia está condenada a repetirla. El pasado no sirve tanto para predecir el futuro como para evitar cometer los mismos fallos que en épocas pretéritas: «El enamoramiento cíclico del dinero (sobre todo del prestado) ha llevado a lo largo de la historia a repetidas etapas de euforias, aumentadas y sostenidas por la frágil memoria de los inversores. Desde los tulipanes de Holanda hasta las hipotecas subprime distribuidas a lo largo y ancho del mundo a través de vehículos de máxima complejidad, las crisis han hecho acto de presencia en la economía».

Una breve cronología de las crisis más importantes (no las únicas) de los últimos siglos han sido:

1630–1637. La crisis de los bulbos de tulipán.
1716–1720. La locura del Missisipi.
1836. El ferrocarril descarrila.
1929. El gran crack.
1973. El oro negro escasea.
1987. Los bonos basura.
1997. El efecto dragón.
2001. Las puntocom.
2008. Las hipotecas basura (subprime).

Merece la pena repasar de vez en cuando esas crisis. Y una recomendación de libro reciente. Lleva por título: «Euforia y pánico. Aprendiendo de las burbujas y otras crisis: Del crack de los tulipanes a las subprime», de Oriol Amat, Catedrático de Economía Fnanciera y Cntabilidad de la Universidad Pompeu Fabra.

En este blog también hemos dicho en muchas ocasiones que en Bolsa es más fácil que gane dinero un psicólogo que un economista. Ya en 2002, el Premio Nobel de Economía recayó en israelo-estadounidense Daniel Kahneman «por haber introducido en las ciencias económicas los frutos de las investigaciones en psicología» (behavioral finance) (ver también post «Consejos bursátiles», 12/10/08). En ese post decíamos: «La psicología es esa disciplina que tiene su razón de ser en cualquier ámbito que tenga como protagonistas a los individuos, a las personas, y la Bolsa, es uno de esos ámbitos; porque quienes compran y venden en los mercados de valores no son otros que seres humanos. El problema cuando hablamos de seres humanos es que casi nunca dos más dos son cuatro; y éste es el error que cometemos con frecuencia: intentar hacer de una disciplina social una ciencia matemática, y así nos luce el pelo».

A lo largo de la historia muchos autores nos han recordado el comportamiento irracional (de euforia y, sobre todo, de pánico) de los inversores. «Ubi multitudo, ubi malum», nos dice una máxima. Donde está la multitud, está el mal. El padre Benito Jerónimo Feijoó también se refería a este tema: «Los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes». Mark Twain lo décía a su manera: «En las multitudes lo que se acumula es la estupidez no el sentido común».