Nuevas bravatas de tres de los Jinetes del Apocalipsis
@S. McCoy - 10/03/2009
La esperanza es lo último que se pierde, dice el viejo refrán castellano. Todos conocemos su significado. Siempre nos quedará el mañana, viene a decir. Aunque lo que nos depara el ahora no invite a creer en ello. De la esperanza nace la confianza, que es un elemento del presente, mientras que a la esperanza se opone el contraste de la experiencia, que se alimenta de lo ya ocurrido. En el desempeño de la crisis actual, la mirada positiva hacia el futuro se ha visto sucesivamente minada por el curso de los acontecimientos, hasta el punto de que son muchos los que piensan que ya no hay esperanza posible. Con minúscula, no sean malos. No quedan asideros.
Se equivocan. Si el mañana se construye con las acciones del hoy, nunca es tarde para confiar en que, de un modo u otro, saldremos adelante. No se trata de un plural mayestático sino que hace referencia al resultado del esfuerzo de la colectividad basado en el desempeño de cada uno de sus individuos. Lo peor que nos puede ocurrir es justamente aceptar lo contrario. Pero, como hemos comentado en numerosas ocasiones, lo importante es saber de partida las cartas con las que jugamos. Ese doloroso proceso, de reconocimiento tardío de la dimensión y duración del problema (muy ilustrativo el acto de contrición de Donald Luskin en Smart Money o la negación de la predictibilidad del mercado de Teun Draaisma de Morgan Stanley), es el que está padeciendo el mercado en las últimas semanas. Y aunque parezca un final, no deja de ser un buen comienzo. Estén seguros de ello.
Ahora que la conciencia colectiva ha adoptado, por la vía de los hechos, lo que parecía exagerada realidad apocalíptica esbozada por algunos pérfidos autores, bueno será que nos detengamos a ver dónde se encuentran esas lumbreras a día de hoy. El mensaje sigue siendo igual de negativo. Pero eso no nos tiene que desanimar. Al contrario. En la medida en la que conozcamos dónde estamos podemos medir los tiempos y los recursos necesarios para llegar donde queremos estar o, al menos, para no volver a dónde nunca debimos llegar. Les dejo con ellos.
1. Wolfang Münchau, en su post de ayer en el FT, de lectura imprescindible, habla definitivamente de una recesión en forma de L, y señala que estaríamos “en mitad del recorrido vertical de la letra”. La recuperación definitiva tardará, al menos, cinco años en producirse que es el periodo al que él vincula el proceso global de desapalancamiento tanto de consumidores como de entidades financieras. Paradójicamente a su juicio la mayor parte del ajuste lo van a padecer aquellas naciones como China, Japón o Alemania que gozan de unos importantes superávits en la balanza por cuenta corriente que han determinado el perfil de su modelo productivo y que requiere, para su cambio, no ya competitividad sino flexibilidad y movilidad. Para España predice una mejora sustancial de su desequilibrio exterior como consecuencia de una contracción importante de la demanda interna.
2. Ambrose Evans-Pritchard recuerda en el Telegraph uno de los, a mi juicio, fundamentos de esta crisis, que chocan con la tesis principal de nuestro querido Leopoldo Abadía: la responsabilidad de las autoridades monetarias y políticas en la gestación de esta crisis, de forma tal que “echar la culpa al libre mercado es perder el verdadero foco de atención”. Los bancos hicieron, salvo actuaciones inmorales injustificables, lo que les dejaron hacer. A continuación, pone en evidencia la dimensión de la crisis al recordarnos que procesos que en la Gran Depresión tardaron dos años en materializarse, como la contracción de la producción industrial, ahora los hemos despachado en cinco meses. Y ahora, como entonces, en lo que Münchau en su pieza denomina pecados de omisión, las autoridades han perdido 18 meses en darse cuenta de la profundidad del problema. Alude, por último, como el autor alemán, al mayor riesgo que para Alemania se desprende de la situación actual. Respecto a nuestro país, “la agonía española está bien avanzada” (pedazo de traducción patética que me acabo de marcar) hasta el punto que no le extraña que el presidente recomendara al pueblo el lúdico arte del fornicio.
3. Nouriel Roubini. En un pequeño post en Bloomberg se alinea con los defensores del 500 a 500 (posibilidad de que el S&P500 alcance ese nivel a lo largo de la presente crisis), al que atribuye, no obstante, menos probabilidades que al 600 que es su target oficial, un 12% adicional de caída, a la vez que afirma que “aunque se haga todo bien desde el punto de vista de la política monetaria y fiscal”, que no parece ser el caso, “dos años de recesión, 2009 y 2010, no nos los quita nadie”.