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La increíble versión moderna del cuento del coco

La increíble versión moderna del cuento del coco

@S. McCoy - 11/03/2009

No cabe la menor duda. El coco ha dejado de ser la amenaza virtual secularmente utilizada por los padres para estimular el buen comportamiento de sus hijos. Está completamente pasado de moda. Tiempos nuevos, tiempos salvajes. Cualquier progenitor que se precie, con un poquito de cultura no ya financiera sino general, debe ahora recurrir a un personaje de caracteres mucho más siniestros, terror que será del imaginario infantil. Un nuevo personaje absolutamente abyecto, ruin, miserable, destructivo que, a la que te descuides, te conducirá de su mano al siniestro abismo de la desesperación. Un ser ignoto para muchos pero que se ha convertido en el actor preferido a la hora de justificar cualquier desgracia que en el mundo crítico (de crisis) haya. Que viene el coco ha muerto. Viva el que viene el hedge fund, versión posmoderna de los ogros oníricos.

Les cuento todo esto a raíz de la sorprendente versión que dio la semana pasada SOS Cuétara a la hora de justificar un colapso de su cotización cercana al 60% en apenas una semana de negociación, de 8 a 3,45 euros. Los malvados fondos alternativos habían sido, sin duda alguna, los culpables de tamaña afrenta, que se habría materializado a través de la venta indiscriminada en la bolsa de títulos de la compañía alimenticia obtenidos previamente en préstamo. Bueno, en este país tan poco proclive a aceptar los propios errores y a echar la culpa al empedrado, a más de un gestor le ha venido esta nueva bicha como anillo al dedo para justificar sus propias incompetencias. Porque eso de los hedges en el caso que nos ocupa no se lo cree nadie. Ni los propios hermanos Salazar Bello. O, al menos, en los términos absolutamente inculpatorios que ellos invocan.

El argumento se cae por su propio peso. Resulta, según se desprende de los datos recogidos por la Bolsa de Madrid, que antes de la caída la compañía capitalizaba 1.100 millones de euros. Pues bien, en su particular Batalla de los Seis Días, ¿saben ustedes cuál fue el efectivo que se intercambió en acciones de SOS Cuétara? Aproximadamente 13,5 millones de euros, es decir un 1,22% de su capital, porcentaje que, sobre la capitalización final antes de la fuerte subida de ayer (¿también los hedge funds?), se incrementa al 2,8%. Algo menos de la mitad de dicho importe se cruzó en la primera sesión del calvario. Cuando un movimiento tan poco significativo, en términos absolutos y relativos, produce un desaguisado de este calibre tengan por seguro que se puede deber a una venta voluntaria en su origen pero también a la convergencia de una serie de factores adicionales que seguro han contribuido a magnificar sus efectos.

El escaso free float de la compañía y el control que, sobre el accionariado, ejercen sus principales socios, limitan las posibilidades de obtener valores a crédito a un coste razonable que permitan obtener rentabilidad de la operación. Y más cuando los propios hermanos Salazar se habían dedicado a comprar acciones en los dos primeros meses del año, dando contrapartida a los vendedores. Supongamos aún así que alguien lo consigue. Sólo procedería a un ataque masivo contra SOS Cuétara si supiera que esto va a desencadenar un fenómeno de mayor calado. De lo contrario, se limitará a vender cuidando el precio con objeto de no perjudicar su cambio medio, atendiendo a razones de tipo fundamental como la elevada valoración o el excesivo endeudamiento (que la venta de las galletas a Nutrexpa ha reducido). ¿Cuál puede ser el particular catalizador para una mayor agresividad vendedora?

Como siempre en cualquier mercado, factores de oferta y de demanda. Respecto a esta última convergerían la situación financiera de los propios accionistas, la imposibilidad de añadir autocartera al haberse copado el límite del 5% sin amortizar, la falta de actividad de los cuidadores del valor y la ausencia de compradores naturales en un mercado bajista a los múltiplos a los que cotiza. Pero no es aquí donde hay que buscar la clave de lo que ha ocurrido sino en el lado del flujo de papel. Se trata de una intuición que en breve, estoy seguro, se convertirá en certeza. En los últimos años muchos inversores han llevado a cabo el peligroso ejercicio de garantizar con importantes paquetes de acciones ilíquidas determinadas operaciones financieras de endeudamiento, transacciones que exigen nuevas aportaciones cuando las garantías pierden un porcentaje de su valor, fijado de antemano. Los llamados margin calls. Cuando tal reposición no se produce, los títulos pasan automáticamente a manos de la entidad bancaria que las vende en el mercado, cubriendo con ello una parte sustancial de lo debido y manteniendo su posición acreedora contra el deudor por el diferencial. Como ya ocurriera en otros casos con Colonial o la propia CLEOP, vinculada a otro de los hermanos Salazar, tiene toda la pinta de que ése es el caso que ahora nos ocupa. El hedge propone y el crédito dispone. Es así.

Una lección más a extraer de la presente crisis en la que estamos viendo cómo, los que no supieron medir sus fuerzas, pierden en dos telediarios patrimonios que tardaron en construirse más de una generación. No es de recibo la excusa de que el dinero prácticamente lo regalaban y que era difícil negarse. A ver, repitan conmigo, n-o, no. No parece tan complicado. Especialmente cuando, como ha quedado probado, la dádiva estaba más que envenenada, hasta el punto de poder llevar al borde de la muerte financiera a los que la aceptaron sin las dosis imprescindibles de precaución. No digo que los Salazar Bello se encuentren en tan delicada situación, ni mucho menos. Incluso puede que ellos mismos sean los perjudicados de unas actuaciones en las que no son ni arte ni parte. Lo que sí afirmo con rotundidad es que ya está bien de usar a los hedges como cajón de sastre de todos los males que afectan a los mercados. El coco, como se ha visto en las acciones bancarias, tiene claramente su parte de culpa. Pero no toda. Y si ahora se ven obligados a cerrar precipitadamente sus posiciones. ¿Quién se acordará de ellos? Seamos coherentes, please, y asumamos cada uno nuestras propias responsabilidades.