Juan Velarde Fuertes
JUAN VELARDE FUERTES es catedrático Emérito de la Universidad Complutense y miembro de la Fundación de Estudios Sociológicos
OPINIÓN
TRIBUNA ECONÓMICA
Cuando reina la desconfianza
De pronto se palpa en el conjunto del pueblo español una especie de colosal desconfianza sobre la situación económica. Es grave, porque el mundo financiero se basa en la confianza, y si falla el sector financiero, esto se propasa al conjunto de toda nuestra economía. Y esto, ¿a qué se ha debido? Ahora mismo disponemos de un excelente texto de Antonio Torrero, publicado en “Actualidad Económica” de 28 septiembre/2 octubre 2008, titulado “La soberbia de Zapatero”. He aquí unos párrafos incontrovertibles del profesor Torrero sobre las dos diferencias esenciales de nuestra crisis económica respecto a las de Francia, Alemania, o si nos apuramos, respecto a Norteamérica. En primer lugar que “la economía española tiene un problema de liquidez. Existe desconfianza en los mercados internacionales sobre nuestra capacidad para efectuar un ajuste”. Eso se mide, casi puntualmente, al observar la evolución de nuestro riesgo país. El 3 de mayo de 2007, de acuerdo con los datos que ofrecía al día siguiente “Financial Times”, el riesgo país de España era de 6; el británico, porque estaba fuera del euro, nos superaba nada menos que en un 1367% y el portugués en un 144%. Pasemos al 2 de octubre de 2008, diecisiete meses después, en pleno despliegue de nuestra crisis y de la internacional. El riesgo país español había subido a 54, pero lo tenemos más alto que el británico, nada menos que en un 24%, y respecto al portugués es inferior, pero sólo en un 12%.
Porque, adicionalmente, el endeudamiento de las familias ya durante el decenio 1996-2005 -después aun se ha incrementado más-, según el interesante artículo de Pedro Gento Marhuenda, “La evolución del endeudamiento de los hogares españoles durante el decenio 1996-2005”, publicado en la “Revista Asturiana de Economía”, mayo-agosto 2006, en ese periodo, “el valor nominal de la deuda de los hogares prácticamente se ha triplicado hasta alcanzar la cifra de 699.995 millones de euros, es decir, el 77’3% del PIB y el 120’4% de la Renta disponible Bruta de los hogares”. Y debe destacarse, además, que “a finales de 2005, los préstamos bancarios... eran la modalidad más importante de endeudamiento, representando el 93% de la deuda total de los hogares”.
En estas condiciones, aceptar un déficit en el sector público complica aun más las cosas. Porque, si a lo dicho, con cifras cada vez más agobiadoras, como consecuencia de la subida de los tipos de interés, el freno a los ingresos y el aumento del desempleo, agregamos un endeudamiento del sector público, más el de las empresas, el resultado puede ser intolerable. Esto se transmite, naturalmente, a la cifra de nuestro déficit por cuenta corriente. En los doce meses que concluyen en julio de 2008, alcanzaba la suma de 117.300 millones de euros, que se acumulaban al endeudamiento exterior anterior y eso cuando estaba unido a un presupuesto equilibrado. Si se elimina éste, el resultado será un mayor riesgo país hacia el futuro, lo que quiere decir más altos tipos de interés. El Banco Central Europeo pueda decidir, si es que lo decide, rebajar los tipos. Eso sólo significará facilitar nuestra ya muy alta inflación, con una disminución de competitividad en los mercados exteriores y, simultáneamente una más difícil financiación de la actividad económica, lo que sería tanto como mostrar a nuestros sectores productivos un panorama de fuerte aumento del paro y, por supuesto, una caída en las cotizaciones bursátiles.
De ahí que la segunda conclusión del profesor Torrero sea obvia. El “ajuste tiene que ser importante puesto que lo son los desequilibrios de nuestra economía: el déficit por cuenta corriente y la inflación”.
¿Se atisba algo de esto ahora mismo? Uno de los corolarios que señala el profesor Torrero debe hacernos meditar: “El riesgo más grave que plantea el obligado ajuste es que finalmente resulta afectada la banca. A pesar de su solidez, si la crisis se gestionara de forma inadecuada, su profundidad y duración podrían llevar a un deterioro del sistema bancario que haría más compleja la recuperación”. De momento, es suficiente con esta glosa.