Éstas son sus palabras en defensa del capitalismo: “Recordemos que se trata de un sistema que ha sido responsable de la mayor parte del progreso en el mundo... No pienso que hay una alternativa”.
Por de pronto, ya sabemos en qué cifra la señora Rice el progreso de la humanidad. Pero el asunto es que sí hay alternativa. La actual crisis no está poniendo en cuestión el capitalismo liberal, al menos con este adjetivo, sino la especulación, o derivada evitable del modelo.
Veamos, entre liberalismo y capitalismo existe la misma diferencia que entre erotismo y pornografía. Sin duda el amor erótico es muy noble, pero en cuanto separamos el adjetivo del sustantivo la empezamos a fastidiar, y entonces ambos fenómenos, lo erótico y lo porno, comienzan a parecerse como dos gotas de agua.
En suma el amor erótico, el liberalismo, supone dos elementos, ambos estupendos: propiedad privada e igualdad de oportunidades (en el socialismo había igualdad, pero no había oportunidades). El derecho a la propiedad privada implica el control de los propios bienes, preferentemente frente al Estado y frente a las grandes corporaciones, a veces más poderosas que los Estados y sus aparatos fiscales confiscatorios. La igualdad de oportunidades implica la libertad de iniciativa económica. Consecuencia directa de la igualdad de oportunidades. El problema es cuando unos pocos grandes ahogan a muchos emprendedores pequeños. Es decir, casi siempre.
Señora Rice: nadie quiere cambiar el sistema, entre otras cosas porque todos los partidos que hoy se llaman socialistas practican el capitalismo más ramplón, procedan de la izquierda o de la derecha, al menos según la definición que de ambas proporcionaba el psiquiatra López Ibor: “La izquierda sitúa el paraíso al final de la historia, la derecha al comienzo de los tiempos”. Cuando los partidos que se llaman de izquierda hablan contra el pensamiento único capitalista no reparan en que ellos han sido los que han creado dicho pensamiento único, por la sencilla razón de que lo han asumido como propio.
Ahora bien, el problema no es que haya alterativa al modelo, es que lo que han pasado de moda son los modelos, desde el feliz día en que las religiones -o cosmovisiones, incluidas la atea- sustituyeron a las ideologías.
Dicho de otra forma, yo no ocuparía un minuto de tiempo en cambiar de modelo sino en corregir el actual. La propiedad privada sufre un doble ataque por parte de un Estado confiscatorio, que primero nos quita el dinero y luego nos ofrece prestaciones, olvidando su carácter subsidiario y por parte de unos intermediarios, especialmente los intermediarios financieros, los que han provocado el actual ‘kilombo’. O es que el ahorrador, y el inversor, saben dónde se invierte su dinero. Con nuestros impuestos, damos un cheque en blanco al Estado, con nuestros ahorros, damos un cheque en blanco a los gigantescos mercados financieros que, además, nos los hacen perder y, encima, pueden provocar que nuestra empresa nos eche a la calle... aunque nos seamos ni ahorradores ni inversores. Como decía un personaje de la calle, entrevistado en un canal de TV: “A mí ni me va ni me viene que la Bolsa suba o baje. Nunca he comprado acciones”. En efecto, quien empela su sueldo para llegar a fin de mes no le sobra mucho para invertir en Bolsa, así que hasta al abrigo de los ‘crash’, pero se equivocaba nuestro hombre: lo que ocurre en Bolsa sí le va y le viene. Rara vez se beneficiará de una subida bursátil, peor sufrirá en propias carnes el ‘crash’.
Por tanto, se trata de mantener la propiedad privada y la igualdad de oportunidades de todos como los puntales del sistema capitalista. Precisamente, los dos aspectos que se ha cargado el capitalismo salvaje que vivimos: nuestra propiedad privada es fiduciaria (no decidimos dónde va el dinero de nuestros impuestos ni que riesgo asumen nuestros ahorros, y, si somos accionistas, mandamos menos que un asalariado medio) y, al mismo tiempo, la monstruosidad en que se han convertido los mercados financieros hace que ganen los especuladores y pierda todo lo que es pequeño: los pequeños ahorradores, los pequeños inversores y los pequeños accionistas.
No señora Rice: no hace falta suprimir el capitalismo, lo que hace falta es que no sea salvaje, que la libertad no degenere en meter la zorra en el gallinero y que el pez grande -y no propietario, sino gestor- no se coma la chico -propietario- pero no gestor. Es decir, que el capitalismo no consista, al menos no sólo, en jugar con el dinero de los demás.
Eulogio López