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Las “casas caracol” de Shanghai, el paso previo a la burbuja inmobiliaria


En la ciudad más cara de China hay de todo. Además de tiendas de lujo y avenidas comerciales, se encuentran allí las llamadas “casas caracol”. En veinte metros cuadrado viven incluso cinco personas. El coste: menos de trece euros al mes, el siguiente paso es una casa en propiedad, pero eso implica una hipoteca de 100.000 euros. 


En la ciudad más cara de China hay de todo. Además de tiendas de lujo y avenidas comerciales, se encuentran allí las llamadas “casas caracol”.
Aunque el frío del invierno ya ha llegado, los vecinos de los apartamentos Longchang, enShanghái, siguen haciendo su vida al aire libre. Estos apartamentos en el distrito de Yangpu son tan pequeños que pocos muebles caben dentro de las viviendas aparte de una mesa y una cama. Por ello, los vecinos tienen que colocar los sofás y los aparadores de cocina en el exterior, junto con otros variados objetos de la vida cotidiana, convirtiendo así los pasillos del edificio de seis pisos en una especie de gigantesco mercadillo..

Sanwei, que lleva viviendo allí 10 años, echa una ojeada desde el quinto piso hacia el patio y apunta hacia una serie de elegantes torres de apartamentos en la lejanía. “Queremos trasladarnos. Esto es muy pobre”, reconoce.

Su “casa caracol”, como se las conoce popularmente, consiste en una habitación de 18,58 metros cuadrados y un minúsculo aseo que comparte con su marido y sus tres hijos. Por ello para unos 12,50 dólares al mes.

Para Sanwei, al igual que tantos otros en China, el ideal de la comodidad de la clase media es fácil de resumir: tener una casa en propiedad. Pero mudarse a una casa propia en Shanghái, la ciudad más cara del país, supone un camino muy costoso lleno de sacrificios.

En China se asume que la única manera de prosperar en las caras y materialistas grandes urbes es convirtiéndose en “esclavos de una hipoteca”, que es como llama a quienes dedican más de la mitad de sus ingresos a pagar el préstamo de su casa.

Esto es especialmente así en el caso de los hombres, que se consideran menos “casaderos” si no tienen una propiedad.

Jian Wei, un mecánico del puerto de Shanghái de 28 años, tomó la decisión de comprar tras acabar la universidad. Nacido en la provincia de Jiangsu, estuvo compartiendo un apartamento ínfimo con un amigo antes de decidirse a firmar un préstamo por más de 100.000 dólares hace dos años y adquirir un apartamento en Pudong.

“Ahora tengo mi propia casa”, dice Wei. “Me supone mucho más estrés, pero soy independiente”. De su salario mensual de 1.500 dólares dedica la mitad a pagar la hipoteca. A este ritmo, cree que tendrá que seguir pagando el préstamo al menos otros 20 años, eso si los intereses no suben.

“No puedo pagar más”, asegura. Si lo hiciese tendría que eliminar los escasos placeres que se puede permitir ahora, como ropa de calidad y cenar en restaurantes que sabe que son higiénicos. En Shanghái especialmente se puede ver la enorme diferencia entre los bienes baratos y caros de forma inmediata, y permitirse ciertos “lujos” supone pagar un precio relativamente alto.

Según un reciente estudio realizado por la Chinese Hospital Association, la Beijing Health Protection Association y otras organizaciones, el estrés que soportan los “esclavos de las hipotecas” se está convirtiendo en el “asesino invisible” número uno del país, causando a menudo síntomas como “depresión, actitudes negativas hacia la vida y el trabajo, dolores corporales y cansancio, y sensación de soledad e impotencia”.

El sistema de permisos de residencia chino conocido como hukou impide a los inmigrantes disfrutar de beneficios sanitarios y educativos. El único método para obtener un hukou y avanzar en la escalera social urbana es comprando una casa.

Sanwei y la mayoría de sus vecinos en Longchang son nativos de Shanghái, pero eso no significa que puedan disfrutar de todos los lujos que les puede ofrecer la ciudad. Aunque una hipoteca para una familia humilde pueda suponer una enorme carga para toda la vida, para Sanwei esa perspectiva es mucho más atractiva que tener que seguir viviendo en su “casa caracol”.

Michael Ding lleva unos 10 años trabajando como agente inmobiliario en Shanghái. “Los alquileres aquí suben más rápido que los sueldos”, afirma. Y ese es un ritmo que muy pocos pueden aguantar. “Conozco a muchas personas que alquilan apartamentos de dos o tres habitaciones en el extrarradio en donde viven de cinco a ocho personas”, dice.

Tanto el precio de las viviendas como las hipotecas han empezado a subir. Los medios internacionales ya empiezan a hablar del temor a una posible burbuja inmobiliaria que podría desencadenar en una crisis similar a la de EEUU.

Preguntado sobre esta posibilidad, Ding resume su punto de vista con sencillez: “A los chinos les gusta jugar”. Aunque los bancos “exigen a los compradores hacer un depósito inicial de al menos el 30 por ciento del precio en efectivo” (para evitar un fenómeno como el de las hipotecas basura), a los chinos les gusta especular con las propiedades. “Gente mayor, parientes míos de 90 años por ejemplo, dicen que comprando apartamentos nunca se pierde dinero”.

La escritora Zhangxin, conocida popularmente como Liuliu, fue la primera en acuñar el término “casas caracol”, al utilizarlo como titulo de una novela que se convirtió en 2007 en una serie de televisión ambientada en Shanghái. Pero para un sector de la administración la trama melodramática de la serie (sobre una chica joven que es seducida por un funcionario corrupto) era demasiado realista, y “Snail houses” fue retirada tres capítulos antes de finalizar su primera temporada.


Las “casas caracol” de Shanghai, el paso previo a la burbuja inmobiliaria

21/01/2011 | Justin Calderon, Shangai (China) | GlobalPost