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La guerra que viene: moneda contra moneda



La noticia más importante de ayer no eran el ciberataque a la web de la SGAE, o el viaje de la policía española a Colombia para interrogar a guerrilleros arrepentidos de las FARC. La noticia más importante era el aviso que daba el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn: “Señores gobernantes, no se metan en una guerra de divisas”.
Lo dijo con las siguientes palabras al Financial Times. “Ha comenzado a circular la idea de que pueden utilizarse las monedas como arma de política (económica)”.
¿A qué se refiere? Muy sencillo: manipular el tipo de cambio es una forma rápida y tentadora que tienen los gobiernos para arreglar los desperfectos de las economías. Por ejemplo, cuando España tenía un problema con la caída de las exportaciones, con la falta de competitividad de sus productos, o cosas peores, entonces llegaba el ministro de Economía y devaluaba la peseta. Inmediatamente, pasaban dos cosas: los españoles eran más pobres comparados con sus vecinos, pero sus productos eran más baratos. A corto plazo, venían más turistas, se invertía más en España y los productos españoles se vendían mejorExportábamos más.
Esta varita mágica se sigue usando por cada país como le conviene. El problema es que lo que le conviene a uno no le conviene al otro. China tiene un gigantesco superávit comercial. Sus productos son muy baratos. Pero si ellos tienen superávit es porque otros países tienen déficit. Para equilibrar esa balanza (las divisas salen de nuestros países y entran en masa China), se le pide a China que suba el precio de su moneda, cosa a la que se niegan los chinos. Subir de precio la moneda tendría un efecto inmediato: China no succionaría tantas divisas, y al tener una moneda más fuerte, le sería más fácil importar productos, sean españoles o japoneses.
Todos quieren manipular sus monedas para solventar sus problemas internos por arte de magia. Es tan cómodo. A veces, se hace de una manera muy sutil como Brasil, que para evitar que se revalúe su moneda, anunció que va a imponer una tasa sobre las entradas de capital. ¿La razón? Ese país está creciendo tanto, que todo el mundo quiere invertir allí. Al hacerlo, demandan la moneda local, y esa demanda hace que se revalúe.  Justo ahí, los productos brasileños son menos competitivos porque son más caros. Eso es lo que pretende evitar el gobierno brasileño, pues al ser más caros, el comercio de ese país decae. Con razón Strauss-Kahn decía:
“Hemos visto informaciones de que algunos países emergentes cuyas economías se exponen a fuertes aflujos de capital están diciendo que quizás sea ya hora de utilizar sus divisas para lograr ventajas, sobre todo en el comercio. No creo que sea una buena solución”.
Este fenómeno lo vamos a ver cada semana en los próximos meses. Hay muchos desequilibrios internos en las grandes economías mundiales, y todas quieren atajarlos por la vía rápida. Pero al hacerlo, entonces, transmiten su desequilibrio al sistema. Dijo Strauss-Kahn: “”Si llegara a traducirse en acciones concretas, esa idea representaría un riesgo muy grave para la recuperación mundial…Tendría un impacto negativo y muy dañino a largo plazo”.


¿La solución?


Exportar a otro planeta. ¿No ha creado la ONU una representante para contactar con extraterrestres? Pues que sea un empresario, por favor. Así tendremos superávit y ellos tendrán déficit.





La guerra que viene: moneda contra moneda