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Para que vaya bien, primero hay que pasarlo mal.

Francia, Gran Bretaña, Portugal, Grecia… Los ciudadanos europeos se resisten a las medidas de austeridad. España, que sufre la crisis como el que más, es una balsa de aciete. En realidad la sociedad española no se ha enterado, todavía, que tiene que renunciar a un nivel de vida que, sencillamente, no se puede pagar.

En esencia el problema de la economía española es que estiró mas el brazo que la manga. Como no había dinero dentro pidió dinero fuera, para construir casas que se vendían a buen precio y muy rápidamente.
Ahora las casas no se venden tan rápidamente ni a tan buen precio, pero hay que devolver los préstamos que van venciendo, y para devolverlos no se pueden pedir nuevos préstamos por la sencilla razón de que ahora España no está entre los países que inspiran confianza.
Cuando no se tiene dinero devolver un préstamo  es un serio problema porque el único método es apretarse el cintiurón: para no suspender pagos hay que suspender compras. 
Renunciar a un estatus de vida y de gasto que se creía adquirido de por vida siempre resulta desagardable y es la causa de que por primera vez en su historia, todos los sindicatos portugueses hayan acordado una huelga general, que por primera vez en la historia los manifestantes hayan asaltado el cuartel general de del Partido Conservador birtánico, que la mayor parte de las gasolineras francesas quedaran desbatecidas durante cuarenta y ocho horas y que en Grecia pasen de una huelga a una manifestación, sin solución de continuidad… Irlanda será el próximo escenario de protestas colectivas y callejeras.
España padece, más o menos, los mismos problemas que los países citados y la única manifestación de descontento social fue una huelga convocada sin convicción y seguida solo por el que no tuvo más remedio. 
Este país nuestro no se caracteriza por el talante conciliador y pacífico de sus habitantes y si no ha habido demostraciones semejante a las británicas o francesas se debe, sencillamente a que en España no huan empezado a aplicar la receta de adelgazamiento.
Nada más empezar la crisis el Nobel de Economía y uno de los economistas favoritos de Rodríguez Zapatero, Paul Krugman, señaló que en conjunto y para salir de la crisis, la economía española debía devaluarse un 20 por ciento, puesto que no podía devaluar el euro. 
Evidentemente y hasta el día de la fecha, la devaluación ha afectado a pocos: a los parados (el 70 por ciento inmigrantes con contratos temporales), y algo a los funcionarios y pensionistas. Todos esos grupos son poco dados a las manifestacionesde… Y en conjunto no producirán esa necesaria devaluación del 20 por ciento.
Las manifestaciones se producirán cuando la congelación real de salarios se generalice, cuando los servicios de salud y educación dejen de ser gratis total, cuando se alargue el periodo de cotización necesario para devengar pensión,  cuando el precio de viviendas y oficinas llegue a tocar fondo… 
Se habrá tocado el núcleo de lo durante los últimos veinte años ha conformado la calidad del español medio y entonces si veremos como la calle se revuelve, pero  paradójicamente, España habrá empezado a salir de la crisis, porque habrá reunicado a un nivel de vida que, sencillamente, no podía pagar.

Para que vaya bien, primero hay que pasarlo mal