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Sobredosis

NOTA DE VREDONDOF : un articulo interesante con UN VIDEO TAMBIEN INTERESANTE .


No se cuanto de nuevo tiene (video y articulo), no obstante y como dice el comentarista que ha puesto los subtitulos
 " Este documental describe y analiza la historia de la mayor crisis económica de nuestra época: la que aún está por venir".


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Si tenemos en la actualidad un divulgador eficaz de las ideas de la libertad, ese divulgador es Johan Norberg. Sus documentales y sus libros de sencilla lectura hacen más por la causa liberal-libertaria que cualquier sesudo tratado. Overdose (“Sobredosis”) es una película amena e interesante que explica la crisis actual y sus previsibles ramificaciones con sencillez y con una lógica aplastante. 


Esta es la versión íntegra, subtitulada en español:






Norberg se remonta a los orígenes del actual desastre económico, y al hacerlo desenmascara el mito (interesadamente extendido) de que la crisis se debe a disfunciones del capitalismo o al exceso de libertad de los mercados. En realidad, han sido los Estados y sus bancos centrales quienes han provocado la crisis, que es una consecuencia lógica de la dinámica de ciclos impulsada por ellos. 


El inicio de la cadena de malas decisiones radica en la nefasta y masiva intervención de la administración Bush en la economía, principalmente impulsando la adopción de tipos de interés absurdamente bajos así como de la concesión irresponsable de créditos hipotecarios. Las famosas entidades de crédito quebradas al inicio de la crisis, Fannie Mae y Freddie Mac, fueron empresas especiales, orquestadas por Wahington y encargadas de regar la sociedad estadounidense, por aspersión, con millones de créditos que permitieran a los ciudadanos cubrir el anticipo hipotecario. 


Cuando las recetas keynesianas fracasaron estrepitosamente y el endeudamiento masivo se transformó en morosidad masiva y en impago generalizado, mientras los tipos estaban prácticamente en cero y ya no se podían bajar más, la nueva administración de Barack Obama comenzó su orgía de rescates, de planes de “estímulo” y de quantitative easing, ese eufemismo que significa maquillar las cuentas de la macroeconomía sacando dinero de un bolsillo para ponerlo en el otro. 


Como en la España del Plan E de Zapatero, también en los Estados Unidos llegaron millones innecesarios a alcaldes de todo el país con la orden expresa de gastarlos en lo que fuera. Había que mantener la apariencia de una economía normal, en movimiento, pero sólo se logró aplazar algo la catástrofe.

El problema es que de tanto estirar el chicle monetarista, de tanto tensar la cuerda keynesiana, se nos ha roto el sistema económico. O, dicho de otra manera, de tanto exceso en la mala praxis política consistente en ampliar artificialmente el dinero para gastar hoy lo que se generará mañana, se ha llegado tan lejos que prácticamente ya no queda base de economía real para sustentar tanta espuma agregada. 


En un souflé, la gran cúpula de clara de huevo implosiona cuando no es capaz de soportar su propio peso. Por algo se llama burbuja a lo que hubo antes de la crisis (una y otra vez). Cuando una burbuja, una pompa de jabón, se infla en demasía, el resultado es inexorablemente su explosión.

Los alquimistas como Greenspan llegaron a convencer a la población de que podrían inflar eternamente la burbuja sin que explotara, simplemente bajando el ritmo del soplo de aire cuando hubiera malas señales en el horizonte económico. El long boom llegó a ser un espejismo muy vívido, una ilusión óptica perfecta. Íbamos a seguir instalados en esa nueva Belle Époque (redenominada “Estado del Bienestar”) por tiempo indefinido, ya que Greenspan y su escuela habían dado con la cuadratura del círculo. 


De nada sirvieron los llamamientos al sentido común que lanzaban los economistas austriacos, que se hartaron de alertar sobre la proximidad del lobo. En tiempos de bonanza y alegría derrochadora, nadie escucha al aguafiestas que se plantea las preguntas esenciales: ¿quién pagará todo esto? ¿Cómo y cuándo ocurrirá? ¿Es sostenible este gasto y este nivel de endeudamiento? ¿Están respaldados los créditos concedidos? ¿O el dinero emitido? Esas preguntas nunca cayeron bien a las cigarras keynesianas que volvieron al mundo entero adicto al crédito.

En los primeros días del 15-M circulaba un tweet que decía “Sol está lleno de yonkies cuya droga es la deuda y cuyo camello es el Estado”. Sería injusto decir que sólo fue Sol. Fueron los gobiernos de todo el mundo, y los ayuntamientos, y la gran empresa mezclada con el poder político, y hasta las pymes y los ciudadanos particulares que jugaron al juego de la deuda sin entenderlo del todo y que protestan ahora porque su casa vale menos que lo que deben al banco. 


El 15-M sólo es la expresión más vehemente, naïve y desesperada de una drogadicción crediticia extrema de la que los “indignados”, seguramente, son los menos culpables. La culpa es de los políticos colectivistas de todo signo, que durante décadas han destrozado las instituciones profundas de una economía sana: el trabajo, la confianza y el esfuerzo que la sustenta, el crédito basado en proyectos sólidos y en garantía colateral, el ahorro real (propio o prestado) como base para poder invertir, el comercio y los negocios reales y tangibles, y el dinero realmente respaldado en riqueza objetiva veraz y preexistente. 


Todo lo tiraron por tierra, todo lo estiraron hasta romperlo, pensando que la flexibilidad de estos elementos era tan grande como su avaricia y como la ingenuidad de sus súbditos. Pero las cosas tienen un límite, y los efectos dominó que desencadena la desconfianza son tan poderosos y veloces como para generar un tsunamicapaz de acabar con todo.

Hoy decía alguien en la página de Facebook del P-Lib que si no se pone remedio rápido a esta locura, el año 2012 será el último pero no por la profecía maya sino porque de esta ya no va a haber salida. El documental no plantea un horizonte de viabilidad de la economía mundial. 


Es evidente que todos los bancos centrales y los políticos están enfrascados en el debate sobre cómo hinchar un nuevo globo, cómo provocar una burbuja tan enorme que logre engullir la crisis actual, el endeudamiento imposible al que ha llegado el mundo, e insuflarnos con el “multiplicador monetario” otros diez o quince años de felicidad artificial… hasta la siguiente crisis. Si se pudiera hacer eso, crear esa nueva burbuja, sería la mayor irresponsabilidad jamás cometida, pero es que además todo parece indicar que esta vez ya no se puede: que esta vez ya han soplado demasiado, el chicle se está resquebrajando y les va (nos va) a estallar en la cara. 


Es muy acertado el subtítulo del documental: la próxima crisis. Porque lo de ahora sólo es la punta del iceberg.

La paradoja es que nuestra especie, la única capaz de tropezar mil veces en la misma piedra, está saliendo a las calles y plazas del mundo, no para exigir una dura terapia de desintoxicación, sino para exigir a los políticos más droga. Y para ello, nuestros “indignados” y los que no lo están coinciden en gritarle lo mismo al Estado (que escucha encantado esos gritos): toma el poder, toma todo el poder, toma la riqueza y repártela. 


Como si eso fuera legítimo, como si fuera posible, como si las consecuencias no fueran devastadoras, y como si quedara algo que tomar o que repartir. Pero el yonkie, lógicamente, no percibe más realidad que su necesidad inmediata y acuciante de una nueva dosis. Una dosis (es decir, una nueva burbuja hinchada por el Estado) que seguramente ya no se pueda ni producir, porque, como dice el título del documental, la dosis anterior ya ha sido una sobredosis cuyos efectos letales apenas están comenzando



Sobredosis