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País burbuja



El banco de la burbuja de España.


No hace tanto que en este país se llamada “de Don”  al cura de la parroquia, al alcalde, al médico, al abogado y al director del banco, entre otros.


Incluso la categoría de “Don” se la llevaba hasta el cajero del banco. Aún conozco señoras que se arreglan con las mejores galas y su maquillaje más agradable para ir a hablar con el director de su sucursal y caballeros que todavía  tratan como asunto de seriedad máxima una reunión con el señor director de la entidad de su barrio.



Lo que debíamos entender como una tienda, un comercio privado más, donde unas sanguijuelas especulan con nuestro dinero sin escrúpulos, se convirtió en algo genérico. El Banco.


Y nos acostumbramos a que “son así“, y cada día crearon más dependencia, más cadenas,  hasta conseguir que no haya ciudadano que no tenga algo “atado” al banco, ya sea una hipoteca, el pago de un recibo de algo, una, dos o cinco trajetas de crédito o débito…


Y ahora, el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, culpa a los excesos del sistema financiero de las cifras del paro. Como si no existiera un ayer, como una novedad. Una sacudida de pulgas insultante.







Pero es que este es el discurso de la mayoría de esos progresistas y revolucionarios de etiqueta que llevan ocho años “hibernando” y que ahora adoptan esa pose de  anticapitalismo moderado.


Todo con tal de no tener que admitir que se les ha dejado hacer y que además se les ha puesto la cabeza y el bolsillo del ciudadano en bandeja. Y esos cómplices tienen nombre, apellidos y unas siglas.


Sea un ministro, la conferencia episcopal o los gallifantes de la banca, cada vez que dan una rueda de prensa o sueltan declaraciones es para meter las zarpas en cualquier sitio menos en su negociado o para buscar culpas en cualquier galaxia,  por abstracta que sea, de los males que debemos aceptar sin reclamar soluciones.




Motivos tiene, pero proteste en silencio o terminará más allá de la línea roja.






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