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Cómo alimentar al mundo: el 'milagro' agrícola de Brasil rebate las teorías ecologistas







Productividad frente a fatalismo ecologista; el milagro agrícola de Brasil como argumento esgrimido ante la reciente plaga de agropesimismo, una corriente que sostiene que la humanidad solo es capaz de alimentarse destruyendo los recursos naturales. Avivado por los recientes incendios en Rusia y las inundaciones de Pakistán (quinto y octavo productor mundial de trigo, respectivamente) y las alertas de la FAO sobre el repentino aumento de los precios internacionales del cereal, el agropesimismo ha cobrado un tono bíblico “que ha extendido el temor a las hambrunas”, según sostiene la prestigiosa revista británica The Economist.
Brasil emprendió una transformación de su política agraria a mediados de los setenta, cuando el Club de Roma, círculo integrado por empresarios y académicos, sostenía que el mundo estaba agotando las materias primas y que las sociedades colapsarían en el siglo XXI. Los cimientos de sus teorías eran los escritos de Paul Ehrlich, un malthusiano que argumentaba en 1967 que “la batalla para alimentar a toda la humanidad está perdida… en los 70 y 80 cientos de millones de personas morirán de hambre”. Un año después de que el Club de Roma publicase Los límites del crecimiento, en una época en la que los precios del petróleo parecían confirmar sus peores temores, Brasil intentó aumentar su producción agrícola apostando fuerte por la investigación científica y retirando los subsidios. Temía no poder mantener el nivel de importaciones y conseguir suficientes alimentos.
“En vez de intentar proteger a sus agricultores de la competencia internacional, como se sigue haciendo en gran parte del mundo, se abrió al mercado y dejó que los productores incompetentes se estrellaran”, destacaThe Economist. “Esa fue una decisión sorprendente, porque la mayor parte del país era entonces considerada inadecuada para la explotación agrícola”.
En las cuatro décadas siguientes, Brasil se convirtió en un gigante productor; fue el primer estado en enfrentarse a los cinco grandes exportadores de alimentos: EEUU, Canadá, Australia, la Unión Europea y Argentina. Apuntaladas por las investigaciones de la compañía agrícola estatal y las plantaciones modificadas genéticamente, las explotaciones brasileñas llegaron incluso a superar en tamaño a las estadounidenses.
Las 'trampas' del milagro
“El modelo agroindustrial actual es un desastre, un modelo basado en la no soberanía alimentaria, en el comercio internacional de commodities, en una agricultura que consume enormes cantidades de energía y genera gases de efecto invernadero. Un modelo agroindustrial de maíz, por ejemplo, produce doce toneladas por hectárea mientras que otro ecológico produce siete. Es innegable. Pero el industrial consume unas cantidades de agua que no tenemos, descomunales cantidades de fosfatos y nitrógeno, exige muchísima maquinaria y poca presencia humana”. Quien refuta el supuesto milagrobrasileño es Juan Felipe Carrasco, portavoz de agricultura de la organización ecologista Greenpeace, quien advierte que las medidas autárquicas decretadas por Moscú, que ha extendido la prohibición de exportación de grano hasta la mitad de 2011, mantendrán altos los mercados de cereales.
Para los grandes consumidores netos, entre lo que se encuentra Brasil, cuya producción local solo cubre la mitad de los 10 millones de toneladas de trigo que necesita, la prohibición impuesta por Rusia dibuja un panorama complicado. El repentino aumento de los precios del trigo provocado por la decisión rusa de extender la veda a las exportaciones preocupa a quienes vigilan la oferta de alimentos a nivel global. El analista de la FAO Abdolreza Abassian señaló recientemente que la medida extenderá "la volatibilidad y ansiedad en los mercados". Los precios del trigo en los contratos a futuro se han incrementado en más de un 50% desde julio.   
¿Cuál es la alternativa al prototipo brasileño? Para Greenpeace, modelos agrícolas basados en lo local, que eliminen la dependencia de los grandes productores y no “destruyan” grandes extensiones de terreno, como demuestran los mapas de la deforestación en Brasil. “Los países en vías de desarrollo están aumentando su consumo de derivados animales, de carne, leche, huevos… La producción de un kilo de carne requiere diez kilos de vegetal. No falta alimento, se trata de cambiar tendencias”, señala.
Entre estas dos posturas se sitúan algunos analistas. José M. de la Viña, Dr. Ingeniero Naval y columnista de Cotizalia.com, argumenta que, mientras haya disponibilidad de crudo y agua, podrán mantenerse las grandes explotaciones. “(La crisis alimentaria) no es algo que vaya a suceder mañana. Sin embargo, a largo plazo, el modelo agroindustrial no es sostenible, durará unas ocho décadas, pero no vamos en la buena dirección”, afirma.
@Ángel Martínez.- 12/09/2010 (06:00h)

'THE ECONOMIST' ALERTA SOBRE EL AGROPESIMISMO

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