El rescate de las cajas de ahorro ha costado una fortuna a los contribuyentes españoles, mientras que el de los bancos ha salido casi gratis. ¿Por qué?
Me pongo de los nervios cuando oigo que el rescate de la banca ha costado 77.818 millones de euros (según la Asociación Española de Banca) o 101.813 millones (según el Tribunal de Cuentas).
Cualquiera de los dos datos son falsos, porque en realidad lo que ha costado riñón y medio ha sido el rescate de las cajas de ahorro. Hasta ahora, sacar a las cajas de ahorro de la insolvencia y por admitir las cifras de AEB, menos abultadas, ha costado 77.573 millones de euros; por su parte, rescatar único banco privado que ha requerido ayuda, el Banco Gallego, ha supuesto 245 millones. Total: 77 mil y pico millones para las cajas y apenas 250 para los bancos.
Viva la diferencia
¿Tiquis-miquis semánticos? No me lo parece, estamos más bien ante la oportunidad de llamar a las cosas por su nombre, y a partir de ahí sacar conclusiones sobre el pasado y lecciones para el futuro. Ahora todos son bancos, por exigencia de la Unión Europea, pero cuando se montó el gran descalabro financiero cajas y bancos eran entidades bien diferenciadas.
¿Por qué ha habido tanta diferencia entre el coste del rescate a los bancos (245 millones) y el rescate a las cajas (77.573 millones), cuando el balance de cada uno equivalía a la mitad del sistema financiero?. Sencillamente, porque los bancos tenían y tienen dueño, mientras que las cajas no tenían y ahora algunas ya tienen.
Las cajas, sin premio ni castigo
A partir de ahí es fácil sacar más conclusiones: con unos accionistas y un mercado que valora su gestión marcando el precio de las acciones, los gestores de los bancos tienen mucho más cuidado en la administración de la empresa porque si lo hacen mal, les despiden; por el contrario como las cajas no tenían dueño y sus mandamases eran políticos, la supervivencia de los gestores de esas entidades no dependía de que lo hicieran “bien” o “mal”: bastaba con agradar al partido que en ese momento mandara en la Comunidad Autónoma.
Esta es una lección de importancia para una sociedad como la española, que tiende a ver al Estado como el gran benefactor y a los empresarios, particularmente los banqueros, como aves de rapiña.
¿Caviar para los Botín?
Cuando los bancos ganan dinero no es para que los hijos de Botín coman más caviar, sino para que los accionistas –grandes, pequeños o medianos—cobren dividendos y/o vean aumentar el precio de sus acciones. Si los gestores lo hacían mal, esos accionistas se quedarán sin dividendos e incluso pueden llegar a perder el capital invertido.
El caso de las Cajas de Ahorro, mientras duró, fue bien distinto: como carecía de acciones no cotizaban en bolsa, los gestores se dedicaban a hacer favores a políticos amiguetes. A más más, alardeaban de sostener una obra social de carácter filantrópico, con lo que el público daba por supuesto que las cajas eran entidades sin fines de lucro. ¡Cuanta ingenuidad!, ¡cuanta ignorancia!.
El ‘buenismo’ de las cajas
Porque detrás de ese buenismo –entidades que trabajaban para la obra social– percibido por el común, en las Cajas de Ahorro rescatadas existía una trama de intereses políticos de partido que sugerían hacia que empresas debían ir los créditos y qué desarrollos inmobiliarios serían financiados con hipotecas a los compradores finales.
¿Todavía hay alguien que se crea que el Presidente de la Caja Castilla-La Mancha, la primera intervenida por el Banco de España, estaba en ese puesto por su acreditada competencia profesional? ¿Tendría algo que ver que el citado Presidente, señor Hernández Moltó, había sido diputado por el PSOE?.
¿Don Juan Luis Olivas llegó a la Presidencia de Bancaja –otro de los grandes desastres cajeros– por un impecable y meritorio curriculum vitae en el sector financiero, o porque era el mejor destino para el ex Presidente de la Generalitat de Valencia?
Las excepciones: Caixa, BBK, Ibercaja
Si los bancos españoles consiguen todavía estar vivos es porque, buenos o malos, siempre han sido gestionados por profesionales con una propiedad a la que reportar. Y viceversa, si casi todas las cajas se han hundido es porque fueron dirigidas por gente que decía servir “al bien público” y no daban cuenta a nadie de su gestión.
Dentro de ese desastre financiero, hay excepciones: CaixaBank, presidida por Isidro Fainé, un profesional admirable que entró de pantalón corto a trabajar en un banco; BBK, a cuyo presidente, Mario Fernandez también fue cocinero bancario antes que fraile cajero; Ibercaja, cuya historia impidió la intromisión de intereses políticos.
En la compleja sociedad española del siglo XXI, resulta conveniente saber a lo que va cada uno. ¿Los bancos y los empresarios privados? A ganar dinero para sus accionistas. ¿Las Cajas y el sector público? A mantenerse en el poder.