Una de las grandes ventajas de la presentación telemática de la declaración de la renta es que no hace falta desencriptar el folleto de ayuda. No hay que ser egiptólogo. No se necesita ser un experto en paleografía ni un erudito en lenguas muertas. Ni siquiera Robert Langdon, el descifrador de enigmas de El Código da Vinci.
Durante años, a pesar de tener cierta formación económica, cuando llegaba el momento de hacer la declaración de la renta, me entraban sofocos porque no entendía algunos párrafos. ¿Estaban escritos en castellano? Una vez, cuando era director de una revista, decidimos regalar al lector con una especie de guía de ayuda para entender la guía de ayuda de la declaración de la renta. Fue un éxito.
Hace un par de meses un artículo de The Economist decía que en EEUU, el problema de los impuestos no era pagarlos sino entenderlos. El código federal fiscal, que procede de 1913, constaba de 400 páginas y hoy de 70.000. “Los americanos invierten cada año 7.600 millones de horas enfrentándose a un incomprensible laberinto de deducciones, recovecos, y peticiones secretas”. Es como si 3,8 millones de trabajadores estuvieran trabajando todo el tiempo durante un año para manejar ese papeleo.
La industria que se ha montado alrededor de ese conocimiento es mayor incluso que la industria de coches: abarca abogados, asesores, auditores, notarios…El 80% de los contribuyentes americanos se ve obligado a pedir ayuda, y a pagarla claro. Es decir, convertir un deber nacional en una carrera de obstáculos, cuesta dinero y tiempo a los contribuyentes.
Cada año, una abogado que representa a los contribuyentes trata de enfrentarse a los hombres del Capitolio para que racionalicen este sistema. Obama prometió hacerlo pero su nueva ley sobre el servicio de Sanidad ha hecho las cosas aún más complejas.
Los políticos usan la política fiscal para favorecer a algún grupo, dice The Economist. Pueden ser los fabricantes y propietarios de coches híbridos, o los que ponen su casa en alquiler. Siempre hay beneficiarios. Pero como nadie se opone, la declaración de la renta se vuelve más y más complicada. Y eso que EEUU es el país de laclaridad. Imaginen lo que pasa en España.
Durante años, a pesar de tener cierta formación económica, cuando llegaba el momento de hacer la declaración de la renta, me entraban sofocos porque no entendía algunos párrafos. ¿Estaban escritos en castellano? Una vez, cuando era director de una revista, decidimos regalar al lector con una especie de guía de ayuda para entender la guía de ayuda de la declaración de la renta. Fue un éxito.
Hace un par de meses un artículo de The Economist decía que en EEUU, el problema de los impuestos no era pagarlos sino entenderlos. El código federal fiscal, que procede de 1913, constaba de 400 páginas y hoy de 70.000. “Los americanos invierten cada año 7.600 millones de horas enfrentándose a un incomprensible laberinto de deducciones, recovecos, y peticiones secretas”. Es como si 3,8 millones de trabajadores estuvieran trabajando todo el tiempo durante un año para manejar ese papeleo.
La industria que se ha montado alrededor de ese conocimiento es mayor incluso que la industria de coches: abarca abogados, asesores, auditores, notarios…El 80% de los contribuyentes americanos se ve obligado a pedir ayuda, y a pagarla claro. Es decir, convertir un deber nacional en una carrera de obstáculos, cuesta dinero y tiempo a los contribuyentes.
Cada año, una abogado que representa a los contribuyentes trata de enfrentarse a los hombres del Capitolio para que racionalicen este sistema. Obama prometió hacerlo pero su nueva ley sobre el servicio de Sanidad ha hecho las cosas aún más complejas.
Los políticos usan la política fiscal para favorecer a algún grupo, dice The Economist. Pueden ser los fabricantes y propietarios de coches híbridos, o los que ponen su casa en alquiler. Siempre hay beneficiarios. Pero como nadie se opone, la declaración de la renta se vuelve más y más complicada. Y eso que EEUU es el país de laclaridad. Imaginen lo que pasa en España.