Uno podría muy bien parafrasear el título del famoso grabado de Francisco de Goya para describir el resultado de las actuales directrices de la Unión Europea: "El sueño de la razón económica ha producido monstruos". Porque, ¿quién tiene todavía alguna duda de que el euro es un experimento fracasado? La situación de Grecia, España, Portugal, Italia y también en los Estados de los Balcanes, es en efecto, horrorosa, y ya ha costado muchas vidas humanas. Esto no es culpa de los ciudadanos de esos países; sino más bien es el resultado de las políticas erradas de la unión monetaria europea, y de las políticas monetaristas de la Unión Europea y de los gobiernos de Europa, los cuales, en especial desde el estallido de la crisis financiera de julio de 2007, solo han seguido una política para favorecer a los especuladores y a los bancos, en contra del interés del bienestar general.
La zona del euro, desde su nacimiento, no fue una "zona de la moneda óptima". Para cualquiera con algo de sentido común en lo económico, le debió haber sido claro desde un principio que, Estados con tales estructuras económicas tan divergentes, con tan diversas lenguas y culturas, como Alemania, Finlandia, Grecia y Portugal, no podían desarrollar armoniosamente una unión de moneda única.
Como es bien conocido, el euro no nació de consideraciones económicas sólidas, sino más bien a partir de la intención geopolítica de inmovilizar a la Alemania unificada con el corsé de la Unión Europea, para forzarla a abandonar su moneda nacional, el marco alemán (deutschemark). El entonces asesor de François Mitterrand, Jacques Attali, reconoció más tarde que para todos los participantes de aquel momento era claro que una unión monetaria no podía funcionar sin unión política, y que este defecto de nacimiento del euro se había diseñado intencionalmente para obligar a Europa a una unión política ¡después del hecho! Eso es precisamente lo que estamos presenciando ahora, con los promotores de la unión que pretenden, bajo condiciones de crisis extrema, utilizar la introducción de los eurobonos como el paso final hacia la transformación de la Unión Europea en un Estado federal único.
Los amplios poderes que se le van a conceder al Mecanismo de Estabilidad Europeo —su consejo directivo y su directorio ejecutivo gozarán de inmunidad de por vida y no tendrán que rendir cuentas a nadie— convertirá a ese Estado federal en un dictadura total al servicio de los intereses de los bancos y de la City de Londres. Garantizaría que Europa se hunda en un caos económico, político y social.
Veinte años después de la firma del Tratado de Maastricht, se ha creado un monstruo; y 11 años después de la introducción del euro, muchas naciones de la eurozona están en riesgo de caer en condiciones de vida al nivel de África, con un deterioro social extremo, elevadas tasas de mortalidad, sin mantenimiento de su infraestructura, donde gran parte de la actividad económica está detenida, solo uno de cada tres jóvenes tiene empleo, y los trabajadores calificados huyen de sus patrias porque no ven futuro ahí. El supuesto auge en los países en los países de la eurozona considerados como rezagados, fue en realidad una burbuja, y ahora estalló la burbuja. Cuando se empieza a acabar el flujo de turistas, y cuando la gente ya no puede darse el lujo casas de descanso para las vacaciones, queda claro que no hubo un aumento en la riqueza social de esos países y que no hay todavía infraestructura adecuada ni capacidad industrial. Grecia, por ejemplo, no tiene ¡ni una sola conexión ferroviaria con el resto de Europa ni a Asia!
Pero incluso los ciudadanos de los llamados países aprovechados del euro, como Alemania, se han quedado con las manos vacías. Durante sus 11 años con el euro, su mercado nacional se ha encogido, los ingresos reales han disminuido, el poder de compra se ha derrumbado, el sistema de atención médica se ha deteriorado considerablemente y el espectro de su estructura de empleo ha empeorado en la dirección del trabajo barato. Su posición especial aparente como el "campeón mundial de las exportaciones" —que benefició principalmente a las 500 corporaciones que cotizan en la bolsa de valores, DAX, y mucho menos a las pequeñas y medianas empresas industriales— de manera muy comprensible se está derrumbando justo en el momento en que sus mercados para exportación están disminuyendo.
Las directrices de la Unión Europea no han garantizado la paz en Europa, como nos quieren hacer creer los propagandistas de la integración europea; más bien, la enemistad entre las naciones nunca ha sido mayor desde la Segunda Guerra Mundial. En vez de fomentar el Bienestar General y una sensación de comunidad, lo que ha extendido su influencia es una Ley de la Selva, donde cada quien actúa para salvarse por su cuenta. Una continuación de esa política, ya sea a través de la austeridad brutal en la tradición de Brüning,[1] o en la forma de una colectivización hiperinflacionaria de la deuda, representa alta traición en contra de la idea misma de Europa en la tradición humanista cristiana.
Ahora viene la confrontación estratégica
El sometimiento de las naciones de Europa al dictado del imperio británico significa no solo conflictos internos, significa también arrastrar a Europa de modo inexorable hacia una confrontación estratégica con Rusia, China y otras naciones de Asia. Tanto el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, como su Primer Ministro, Dmitri Medvédev han dejado muy en claro que Rusia no va a aceptar el socavamiento del derecho internacional según se establece en la Carta de la ONU, y que una política de violación a la soberanía nacional bajo el pretexto de "intervención humanitaria" conducirá a la utilización de armas nucleares.
El gobierno de Obama ha adoptado como propia la mentada Doctrina Blair, la cual sostiene que la era de la Paz de Westfalia ya terminó y que de ahora en adelante se imponen las "intervenciones humanitarias" alrededor del mundo en interés del imperio para acabar con el Estado nacional. El llamando Consejo para Impedir Atrocidades del gobierno de Obama ha elaborado una larga lista de Estados, entre los cuales se incluye a Siria, Sudán y muchos otros, que son blanco de intervención militar.
Tony Blair, el autor de las mentiras que condujeron a la guerra en Irak, se ha ofrecido a Obama como asesor electoral para los próximos seis meses, y cuando Blair estaba en Estados Unidos en mayo, declaró abiertamente que después de que ayude a Obama a reelegirse, el mismo pretende hacer otro intento como primer ministro británico. El plan es claramente gobernar al mundo sobre la base de la "Relación Especial" angloamericana. Por lo tanto, tenemos enfrente una confrontación de dos doctrinas opuestas irreconciliables: la Doctrina Blair que considera al mundo como un imperio, donde ya no existe el Estado nacional soberano, y por otro lado la Doctrina Putin, que se basa en la defensa del derecho internacional y en la defensa de la soberanía nacional.
La coincidencia de la Doctrina Blair —según la cual, son posibles las intervenciones de la OTAN contra los "Estados forajidos" en cualquier parte del mundo, aún cuando los Estados miembros no se vean "directamente afectados"— con la propia política de la OTAN hacia la Unión Europea, en especial desde la adopción del Tratado de Lisboa en 2009, significa que todos los países de Europa serán arrastrados hacia una confrontación potencial con Rusia, China y otras naciones de Asia, sin que les hayan preguntado siquiera y sin ningún derecho a veto.
El proceso sucesivo de ceder la soberanía nacional a la dictadura supranacional de Bruselas —un proceso que se ha mantenido por lo general fuera de la vista del público— nos ha llevado a una coyuntura peligrosa. Las élites e instituciones políticas a favor de la integración europea, en su deseo de pertenecer, se han acostumbrado a entregar su soberanía a tal grado, que se ha disminuido cada vez más toda resistencia en contra de esta política de intervención imperial, como en el caso del rechazo del ex canciller Gerhard Schröder a seguir la corriente con la guerra en Irak o el rechazo del ministro de Relaciones Exteriores Guido Westerwelle a participar en la guerra en Libia.
En un contexto algo diferente, queda claro por la actitud muda de los políticos europeos hacia la colocación del sistema antimisiles estadounidense en Europa, que lo que el gobierno ruso ha calificado como un potencial casus belli, para algunos políticos irresponsables no es más que "propaganda", como lo han afirmado algunos irresponsables.
La misma tendencia es evidente en el nuevo concepto estratégico de la OTAN de "Defensa Inteligente", que presentó el jefe de las fuerzas armadas británicas, general Sir David Richards, entre otros, en la reciente cumbre de la OTAN en Chicago. Según este concepto, los 28 Estados miembros de la OTAN deben renunciar a todos sus derechos soberanos en cuanto al despliegue de sus propias tropas en el extranjero así como la solicitud de material de guerra. Richards anunció otra conferencia de la OTAN, que se llevará a cabo en septiembre, donde se resolverá está cuestión del acceso pleno de la OTAN, sin que ningún gobierno nacional electo ni parlamento pueda impedir o vetar esto. Richards es un Comandante de la Orden del Imperio Británico, junto con su colega, el también CBE Hanks Joachim Schellnhuber, jefe del Consejo Asesor Alemán para el Cambio Global, (WBGU, por sus siglas en alemán), quien fue igualmente condecorado por la reina británica por sus servicios al imperio.
El Occidente, y gran parte del resto del mundo, está dominado por las instituciones del imperio británico, con lo cual no quiero decir la propia Gran Bretaña, sino más bien el sistema de la globalización con su matriz en Londres, es decir, las conexiones de bancos centrales, bancos de inversión, fondos especulativos, compañías tenedoras y firmas de seguros y reaseguros, cuyo interés primordial es maximizar la ganancia para una clase parasítica, y forzar una redistribución gigantesca de la riqueza desde abajo hacia arriba. Y en la práctica, la UE, desde Maastricht a Lisboa, no es más que una expresión regional de este sistema.
Sobre la base de estas dos cuestiones —el interés económico propio y el interés propio de seguridad nacional— ya no existen las precondiciones para que las naciones de Europa coexistan con esta Unión Europea. Por lo tanto, cada nación tiene el derecho, desde el punto de vista del derecho internacional, para dejar esta unión.
Por otra parte, el sometimiento al régimen de globalización del Imperio Británico y a la Unión Europea como su expresión regional, como se ha desenvuelto desde el Tratado de Maastricht hasta Lisboa, lograría precisamente lo opuesto de su meta supuesta de preservar la paz en Europa. Conduciría al caos económico y a la guerra, y eso equivale a alta traición contra los pueblos de Europa.
La alternativa: banca de dos niveles, un sistema de crédito y un Milagro Económico para Europa del Sur y el Mediterráneo
En cuanto hayamos digerido el hecho de que el sistema monetario transatlántico actual está fuera de salvación —se desintegrará en una reacción en cadena repentina, o si no, destruirá los activos de todo el mundo en Europa y Norteamérica en una explosión hiperinflacionaria, como la que ocurrió en Alemania en 1923— nuestras mentes quedarán equipadas para avocarnos a las soluciones constructivas. Al instrumentar un sistema bancario de dos niveles en la misma tradición de la normativa de la ley Glass-Steagall que estableció Franklin D. Roosevelt en 1933, la banca comercial se pondrá bajo la protección estatal como primer paso, mientras que todo el conjunto de "instrumentos financieros creativos" y contratos de derivados financieros se tendrán que eliminar de los libros. Se debe declarar una moratoria a toda la deuda pública, y la porción de deuda que proviene del financiamiento de todo tipo de medidas de rescate, se eliminará igualmente de los libros.
Se deben cancelar los tratados de la Unión Europea, desde el de Maastricht hasta el de Lisboa, y se debe restablecer la soberanía nacional sobre la política monetaria y económica. Se han realizado ya estudios de factibilidad competentes para un "Plan B", que plantean los preparativos técnicos para ejecutar la salida del euro, como el del profesor Dirk Meyer, del Colegio Militar Federal de Hamburgo. Un fin de semana largo se puede utilizar como feriado bancario para preparar la conversión de la moneda y para manejar los balances de las cuentas de cheques y de ahorro de los bancos. Los ciudadanos alemanes, los extranjeros residentes y las empresas extranjeras que tienen sucursales en Alemania, simplemente se les podrían estampar sus haberes en efectivo con tinta magnética para indicar la nueva moneda. Controles por cierto tiempo limitado sobre las transferencias de capital y el tráfico fronterizo pueden evitar que se metan euros de "fuera del sector", y se establecerían procedimientos para el reporte oportuno de los activos en el interés de preservar el orden público.
La salida del euro se debe acompañar de la transferencia de la soberanía monetaria que se entregó a la Unión Europea, de vuelta a los respectivos Estados nacionales; esto se puede lograr mediante una resolución rápida que se adopte por el Consejo Europeo. Se puede legislar luego sobre una nueva moneda nacional para adoptar el Nuevo Marco Alemán, y de manera similar para las demás monedas nacionales respectivas. Se puede seguir utilizando el euro como unidad de cuenta entre los bancos nacionales, como se hacía antes con la Unidad Monetaria Europea.
El regreso a las monedas nacionales en general sería más simple, porque podemos aprovechar la experiencia y los procedimientos de la introducción del euro. Los costos resultantes son relativamente pequeños, comparado con lo que sucedería con una desintegración caótica de la zona del euro.
Ejemplos históricos de la utilización o falta de un sistema de crédito
En Estados Unidos, Roosevelt, con la ayuda de un paquete de medidas –la ley Glass-Steagall, la Comisión Pecora, el Nuevo Trato, la Corporación Financiera para la Reconstrucción, y la Comisión del Valle del Tennessee— condujo con éxito a su país para salir de la Depresión. Mientras tanto, como sabemos, Alemania tomó la ruta de la política de austeridad de Brüning, que llevó hacia Hjalmar Schacht y a Hitler. El actual gobierno alemán, no obstante, aparentemente no ha aprendido nada de esos ejemplos, y la infame Troika —el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el FMI— está imponiendo la misma política que llevó a la catástrofe a Alemania, solo que está vez en toda Europa.
Pero incluso entonces, hubo críticas en Alemania en contra de Brüning; y también hubo propuestas de política económica similares a las de Roosevelt. Valdimir Woytinsky, el jefe del departamento de estadística del Sindicato General Alemán (ADGP, por sus siglas en alemán) nacido en San Petesburgo, Rusia, junto con el presidente de la Asociación de Trabajadores de la Madera, Fritz Tarnow, y el vocero de política económica del Partido Social Demócrata (SPD), Fritz Baade, elaboraron un programa internacional para resolver la crisis económica mundial, que se bautizó Plan WTB, por las iniciales de sus autores.
Woytinsky escribió lo siguiente: "Todos los pueblos sufren debido al hecho de que nuestra economía mundial está enferma. Por lo tanto deben concentrar sus esfuerzos en una acción conjunta para superar la crisis mundial". Y agrega: "Los fondos que se liberarían mediante una política de creación de crédito internacional, se deben utilizar para la creación de empleos y para la implementación de un plan ambicioso para la reconstrucción europea". Este plan contemplaba la creación de empleos productivos para un millón de desempleados, que se financiarían mediante un crédito de 2 mil millones de marcos. Además, se emitirían créditos de largo plazo a bajas tasas de interés y amortización con bonos que se podrían redimir en la institución del Reichskredit AG, y se podrían descontar en el banco Reichsbank. El ADGB apoyó este plan, pero fue rechazado por el liderato del SPD bajo Otto Wels, así como por los supuestos expertos económicos del SPD, Hilferding, Naphtali, y Bauer.
Woytinsky escribió después en su autobiografía que: "Era como si estuviese viendo ante mis ojos como Brüning conducía a Alemania hacia una catástrofe... Pero no se debe ser demasiado severo con Brüning y sus errores. Sus ideas erróneas las compartían muchos de sus asesores tanto de su partido como de los socialdemócratas. Y si ellos no hubiesen apoyado esas medidas, muy posiblemente él las hubiese abandonado".
Al mismo tiempo que se discutía el Plan WTB, el doctor Wilhelm Lautenbach, un economista del Ministerio de Economía, presentó un memorándum basado en los mismos principios, titulado "Posibilidades de una recuperación económica a través de la inversión y la expansión del crédito", el cual planteaba los siguiente:
"La ruta natural hacia la solución de una emergencia económica y financiera... no es la reducción, sino más bien el aumento de la productividad". Señalaba que para el momento había la "situación paradójica" en la cual "a pesar de la extraordinaria desaceleración de la producción, la demanda sigue rezagada de la oferta, lo cual da lugar a una mayor desaceleración de la producción". Bajo esas condiciones de depresión, hay "excedente de bienes, plantas y equipos que no se utilizan, y fuerza de trabajo que no se emplea". La explotación de esa capacidad productiva ociosa, planteaba, "es la verdadera tarea más urgente de la política económica, y en principio, es relativamente simple de resolver".
El Estado debe "crear nueva demanda económica, la cual, desde el punto de vista de la economía, representa una inversión de capital. En este respecto, podemos pensar en tareas tales como... obras públicas, obras realizadas con respaldo oficial, que significarán económicamente un crecimiento en el valor de los activos, y que de cualquier manera se habrían emprendido en cuanto regresen las condiciones normales", obras como la construcción de carreteras, mejoras y extensión de las vías férreas, etc.
En conclusión, planteaba Lautenbach, "con una política de inversión y crédito como esa, se eliminará el desequilibrio entre la oferta y la demanda nacional, y de este modo, toda la producción tendrá de nuevo una dirección y una meta. Si nosotros renunciamos a esa política positiva, tomaremos inevitablemente un rumbo hacia un mayor derrumbe económico y a la ruina total de nuestra economía nacional —una situación que, para evitar una catástrofe económica, obligará luego a más endeudamiento público, enorme y de corto plazo solo para propósitos de consumo— mientras que por ahora, todavía tenemos la opción de librar crédito de tal modo que los proyectos productivos puedan devolver el equilibrio a nuestra economía y a nuestras finanzas públicas".
Lautenbach subrayó también que en ese momento inicial, la creación de crédito se podría colocar todavía en la inversión productiva, mientras que más tarde, tendría que ser utilizado para financiar el desempleo.
Si se hubiese adoptado el Plan WTB o el Plan de Lautenbach en 1931, las condiciones sociales que hicieron posible el golpe de Hitler dos años después, nunca hubieran existido. Hoy sabemos todo lo que significó la catástrofe que pronosticó Woytinsky.Podemos ir de cabeza por completo hacia una catástrofe peor, o podemos optar por seguir la trayectoria de Roosevelt.
El sistema de crédito
En 1923, los alemanes tuvieron que aprender de la amarga experiencia que el dinero no tiene ningún valor intrínseco. En unos cuantos cortos meses, vieron como desaparecía todo el trabajo de sus vidas a pesar de que, nominalmente, eran no solo millonarios, sino hasta billonarios. Hoy día, en la era de la multiplicación electrónica del dinero, la bursatilización y los contratos de derivados, la naturaleza evanescente de nuestro dinero es aún más obvia. El estallido de varias burbujas en el nuevo mercado, el mercado secundario de hipotecas en Estados Unidos, Lehmann Brothers y AIG, y la bancarrota inminente de innumerables bancos que hace mucho tiempo ya hubieran quebrado de no ser por los "paquetes de rescates". En todos esos casos, las pérdidas han sido de dinero virtual, y por lo tanto, de hecho, han sido pérdidas imaginarias. Algo que en realidad nunca fue propiedad de nadie, y que solo tiene un valor virtual, y que en realidad no se pierde nada en absoluto.
El actual sistema monetarista ha acumulado un volumen gigantesco tal de esos instrumentos de deuda en la forma de contratos de derivados pendientes, bursatilizaciones, etc., que cualquier intento de honrar toda esa deuda atrasada conduciría invariablemente a la hiperinflación. La única diferencia entre ahora y la Alemania de Weimar en 1923 es que, esta vez, se trata no solamente de un país, sino de toda la región transatlántica.
El sistema de crédito que debe sustituir a este sistema monetarista en bancarrota, se basa en principios completamente diferentes. El dinero per se tiene una función en el pago de las transacciones, pero lo más importante es que el crédito que emitirá un banco nacional de un Estado soberano será con base a la producción futura. La meta de esta emisión de crédito es desarrollar la economía real, crear empleo pleno y aumentar la productividad de toda la fuerza laboral, mediante un motor científico de la economía y de la investigación fundamental orientada. Se trata de la aplicación de los principios de la economía física, según han sido desarrollados por Leibniz, List, Carey, Witte y Lyndon LaRouche.
Los créditos emitidos se dirigen hacia la producción futura, un valor real, en donde la capacidad productiva humana, las materias primas elaboradas y la capacidad industrial se conjugan para crear un valor excedente que aumenta en conjunto con el nivel científico y tecnológico en el que ocurre esa producción. Cada país debe crear también un banco nacional en la tradición del primer Secretario del Tesoro de EEUU, Alexander Hamilton. Este banco ha de emitir líneas de crédito abiertas para financiar proyectos bien definidos, tales como el proyecto de la Alianza Hidráulica y Energética de América del Norte (NAWAPA, por sus siglas en inglés), la construcción de un túnel bajo el Estrecho de Bering, el programa de reconstrucción para Europa del Sur, el Paso de África, Transaqua, y demás. A través de bancos locales y regionales, esos créditos se abrirán luego a las empresas que participen en estos proyectos, y ellos a su vez, contratarán a sus abastecedores y contratarán empleados, quienes a su vez gastarán su ingreso en la manera acostumbrada para los artículos normales que se requieren para mantener sus niveles de vida.
Y de este modo, por encima y más allá del estímulo a la producción resultante directamente de los proyectos, habrá un renacimiento secundario de la economía en su conjunto. Dado la gran envergadura de los proyectos antes mencionados y otros similares, se alcanzará un nivel de pleno empleo productivo y duradero, y al mismo tiempo, se reorientará la gama del empleo del sector de servicios hacia los empleos productivos en la industria, la agricultura y la investigación.
Los ejemplos históricos de los casos en que se ha aplicado este método de creación de crédito productivo, demuestran que los beneficios que cosecha gracias al desarrollo económico general que se genera de ese modo, junto con el aumento concomitante en el ingreso fiscal, supera con creces el volumen de los créditos emitidos originalmente. A diferencia de la creación de dinero para retirar la vieja deuda del sistema monetarista, los créditos emitidos del modo en que hemos delineado aquí, tendrán un efecto antiinflacionario, debido al énfasis en el avance científico y tecnológico que aumentará la productividad.
‘Para las generaciones futuras’
Pero aquí estamos hablando también de grandes proyectos que mejorarán las vidas de seres humanos por muchas generaciones por venir. Para esa gente que vive en el mundo virtual de los corredores de bolsa, que prefieren disfrutar de la danza hedonista en torno al becerro de oro, les podría llegar como una idea sorprendente, pero, en realidad, el propósito tácito de una economía es garantizar la supervivencia a largo plazo de la especie humana en un nivel que aumenta de generación en generación. El propósito de un sistema de crédito es tomar la riqueza creada por las generaciones anteriores y "pasarla hacia adelante, aumentada y enriquecida, a las generaciones futuras", como definía Federico Schiller el significado de la historia universal.
La humanidad no es meramente otra especie animal que se reproduce al mismo nivel de desarrollo en el transcurso de los siglos y milenios; más bien, el hombre es la única especie con la capacidad de creatividad, es decir, la capacidad para desarrollar sus propios recursos naturales en un nivel cada vez superior de organización. Con nuestra creatividad, podemos crear algo que dure más allá de nuestro lapso de vida: invertimos en algo que va a beneficiar a las generaciones futuras, algo que les va a permitir gozar de un grado de libertad material y espiritual que se extiende mucho más allá de lo que nosotros, como iniciadores, hemos alcanzado durante nuestras vidas.
La idea de un sistema de crédito, por lo tanto, de ningún modo es meramente una mejora técnica en nuestro sistema bancario; más bien, es la armonización del lado financiero de nuestra economía, con la existencia continuada de la humanidad por muchas generaciones hacia el futuro. Por lo tanto, tiene, si se quiere, una dimensión espiritual. El sistema de crédito es así el instrumental que nos ayuda a pasar el valor creado de una generación, y enriquecida por nosotros, hacia adelante a las generaciones siguientes. Para dejar en claro que un sistema de crédito se debe pensar como un concepto humano, el cual coloca a la humanidad en el centro mismo de la economía, déjenme citar las frases finales del ensayo de Federico Schiller, "¿Qué es y para que fin estudiamos historia universal?"
"Debe arder dentro de nosotros un noble anhelo para tomar el rico legado de la verdad, la moralidad y la libertad que hemos heredado de nuestros antepasados, y pasarlo adelante, aumentado y enriquecido, al mundo futuro y para hacer también una contribución de nuestra parte, y vincular con firmeza nuestra existencia fugaz a la cadena eterna que gira a través de todas las generaciones humanas. Por diversas que sean las carreras que les esperan en la sociedad, ¡todos pueden poner algo hacia esta! Toda acción de mérito se abre un camino hacia la inmortalidad, a la verdadera inmortalidad, digo yo, donde la obra pervive y acelera su camino adelante, incluso si el nombre de su originador se ha quedado atrás".
La crisis de la civilización que nos hunde en un derrumbe del sistema financiero transatlántico, debería dejar claro hasta al más torpe de nosotros, que debemos de poner nuestros asuntos políticos y económicos en armonía con el orden del universo físico, es decir, si es que vamos a evitar la suerte que condujo a la extinción de especies anteriores. El universo, sin embargo, no es un sistema cerrado, con un "presupuesto que necesita equilibrarse", sino más bien, es un universo creativo en proceso de desarrollo antientrópico, cuya densidad de flujo energético y complejidad de estructura organizativa siempre va en aumento. Y ya es tiempo para que adaptemos nuestra economía humana a esas leyes subyacientes del universo.
La tarea concreta del sistema de crédito para reconstruir Europa del Sur, la región del Mediterráneo y África, proviene directamente de esta tarea universal. Por un lado, sistemas de banca nacional en cada Estado participante deben financiar los proyectos que se describen en las secciones siguientes de este informe, mediante la creación de las líneas de crédito requeridas. Al mismo tiempo, se deben llevar a cabo tratados de cooperación a largo plazo entre los Estados soberanos para trabajar en conjunto en los proyectos internacionales que se extienden a través de fronteras nacionales, tal como la extensión de los corredores de transporte del Puente Terrestre Eurasiático hacia el Oriente Medio y, a través de puentes y túneles, hacia Europa y África. Estos tratados deberán tener duración realista de una a dos generaciones.
Si abandonamos la idea de la ganancia rápida, y en vez de eso nos dedicamos a la tarea de eliminar la miserable condición de subdesarrollo, mediante un programa de reconstrucción que formará la base esencial para la expansión de la infraestructura y para los motores económicos, entonces, fuera de la crisis de derrumbe presente, junto con proyectos tales como NAWAPA y la construcción del Puente Terrestre Eurasiático, podemos poner en movimiento el mayor milagro económico en la historia de la humanidad. Entonces puede empezar una nueva era de la humanidad.
[1] Heinrich Brüning fue canciller de Alemania (1930-32), durante la República de Weimar. La política de austeridad brutal que impuso ayudó en parte al ascenso de Hitler al poder en 1933—ed.
Helga Zepp-LaRouche