Zapatero, Roubini y las diez razones para una crisis duradera en España
@S. McCoy - 24/11/2008
Ha sido Funcas la que ha levantado la liebre en su último Informe de Coyuntura publicado el pasado 21 de noviembre. Tras los datos oficiales del tercer trimestre del año dados a conocer por el Instituto Nacional de Estadística, la Fundación de las Cajas de Ahorro, de la mano de uno de sus directores, el columnista semanal en el El País Angel Laborda, ha pronosticado una caída del PIB español en 2009 del 1,5%. Un entorno recesivo que, como pueden ver en el documento adjunto, limitan únicamente a ese ejercicio, gracias fundamentalmente a la, a su juicio, previsible recuperación para ese ejercicio del consumo de los hogares, al impulso del gasto público y a la contribución del sector exterior consecuencia del freno de la fiebre importadora nacional. Pena que, habiendo lanzado una proposición tan valiente, sus autores no se atrevan a rematarla por la debida servidumbre a las instituciones que la financian. Porque un análisis detallado a la composición del PIB patrio e, incluso, una lectura rápida del propio artículo de Laborda este domingo en el que fuera diario independiente de la mañana, ahora global en español y pronto un bello recuerdo como Prisa siga por su derrotero financiero actual, muestra que la situación de precariedad económica a la que España se enfrenta en el futuro inmediato no es algo que se resuelva en cuatro, seis u ocho trimestres sino que va para largo. Veamos por qué.
Las partidas fundamentales que componen el PIB de nuestro país son las siguientes, según las cifras julio-septiembre suministradas por el INE, en precios corrientes y ajustadas estacionalmente. El consumo de los hogares supone un 56,5% del total, mientras que el derivado de las Administraciones Públicas importa por un 19,5% adicional, con una subida de cerca del 1,5% a lo largo de los dos últimos ejercicios. En total, por tanto, más de tres cuartas partes de la economía española son gasto público o privado. La formación bruta de capital fijo o inversión es un 29,5% del total, con una pérdida bianual equivalente a ese 1,5% que acabamos de mencionar y que se detrae, fundamentalmente, de la construcción residencial que pasa del 9,4% al 7,8% mientras que la construcción no residencial, por su parte, se mantiene en el 8,5%. Por último, el sector exterior merma un 6,5% a nuestras cuentas, consecuencia del déficit de la balanza por cuenta corriente española. Pues bien, la conclusión a la que se llega a primera vista es que la clave de lo que acontezca en el futuro inmediato, más allá de lo que ocurra con el inmobiliario que en la última crisis, y me remonto al tercer trimestre de 1995, era un 4,5% del PIB nacional, va a estar en el consumo privado y la capacidad de las mermadas cuentas públicas de alentar la demanda interna. Dado que la actuación hasta ahora del ejecutivo socialista en relación con la coyuntura actual se puede calificar generosamente como desalentadora, casi será mejor estudiar los resortes que pueden sostener y alentar el gasto de los hogares. Y es aquí donde entra otra vez en escena nuestro amigo Roubini.
Su último artículo en Forbes sigue con su descorazonadora línea habitual y, tras los últimos datos de ventas minoristas conocidos en Estados Unidos, donde el peso del gasto privado es un 15% superior al de España, recoge las, en su opinión, “Veinte razones por las que los estadounidenses no consumimos” y, por ende, nos vemos abocados a una recesión plurianual, cabría concluir con él. El problema es que podemos cambiar el gentilicio por españoles, y no iríamos muy desencaminados. Casi todos los factores que el profesor de la NYU señala en su pieza son extrapolables, casi en su literalidad, a nuestro país. Y teniendo en cuenta la mayor rigidez de nuestra economía frente a la norteamericana, no es difícil aventurar una concreción de la crisis más virulenta dentro de nuestras fronteras. Vamos sin más dilación con la enumeración selectiva de sus argumentos:
1. El consumidor español tiene de todo habiendo consumido por encima de sus posibles los últimos ejercicios.
2. El consumidor español está extraordinariamente apalancado, con un nivel de deuda sobre renta disponible del 140%, similar al del ciudadano de los Estados Unidos tras haber doblado en los últimos quince años.
3. El consumidor español es muy sensible a los movimientos de los tipos de interés ya que casi toda su deuda es a interés variable.
4. El consumidor español ha utilizado sus deudas con garantía real a largo plazo para financiar bienes de consumo inmediato o duradero aprovechando el efecto temporal de los bajos tipos de interés y la subida en el valor de las garantías.
5. El valor de su riqueza está disminuyendo de forma acelerada no sólo por la contracción del precio de la vivienda, que en nuestro país de momento no ha seguido la estela de los mercados anglosajones, sino por la caída de los mercados de acciones que han dejado en la mitad el valor de las inversiones de los consumidores.
6. La posibilidad de refinanciar operaciones crediticias es limitada dada la actual restricción de liquidez que afecta a los mercados financieros y la propia situación de debilidad de las entidades financieras.
7. La renta disponible se ve amenazada, por su parte, por el salvaje repunte del paro donde pesará el elevado crecimiento de los costes laborales unitarios en los últimos años y la escasa productividad de la economía española.
8. La confianza del consumidor vuelve a estar cerca de los mínimos, con una absoluta desconfianza de los hogares tanto en la situación presente como en la futura de nuestra economía lo que paraliza las decisiones de consumo actuales y condiciona las venideras.
9. Como también actúa de freno la amenaza de deflación que incide negativamente sobre el valor real de las deudas y ahonda en la prudencia consumidora ante la posibilidad de obtener mejores precios sobre los mismos bienes con el transcurso de los meses.
10. Las bajadas de tipos de interés no servirán para estimular la demanda interna ya que para que tal fenómeno se produzca se requiere que la oferta monetaria sea superior a la demanda de liquidez a fin de que esas bajadas se trasladen por parte de los bancos a la economía real. Pero no es el caso. Y, si lo fuera, los particulares destinarían ese dinero al ahorro y el repago de deudas antes que al consumo. No olvidemos el punto 1.
Un ejercicio de nuevo de lucidez de Roubini que no creo que sea complicado entender por parte de cualquiera con un poco de sentido común. Cuando me preguntan por la primera crisis de internet (estamos a punto de ver la segunda), la del 2000, siempre doy una explicación de lo más chapucera pero que creo, modestamente, enormemente realista: los inversores estaban convencidos que los demás iban a actuar, de la noche a la mañana, de una manera que ni ellos mismos contemplaban para su propia vida. Pues bien; en el análisis de la potencial crisis de consumo que se avecina, merece la pena hacer lo mismo para conocer el impacto real de la situación actual. Que cada uno haga examen de conciencia sobre sus decisiones venideras, por una parte, y recoja las impresiones de vecinos y conocidos, por otra, en un radio lo más amplio posible. Sume los resultados y tire por elevación. Verá cómo esta pieza, desgraciadamente, no va muy desencaminada. Buena semana a todos.