¿Qué necesidades de capital tiene la banca española, el sistema financiero más solvente del mundosegún la visión antropológicamente optimista de nuestra clase política dirigente, redentora del orbe económico mundial? En teoría, si nos atuviéramos a la premisa de partida, ninguna. Nada de nada, rien de rien. Sin embargo, como ya hemos comentado alguna vez desde este altavoz del sentido común que pretende ser Valor Añadido, la realidad es tozuda y siempre termina por imponerse. Y lo cierto es que los bancos y cajas españoles necesitan dinero. ¿Cuánto? Alrededor de un 20% de sus recursos propios actuales ó 35.000 millones de euros en los dos próximos años. Eso es un escenario central-optimista que no tiene en cuenta ni argucias contables varias ni ganancias extraordinarias por ventas de activos que, en un momento como el actual, son más un desideratum que una realidad con algo de probabilidad cierta. ¿Cómo llegamos a esa cifra?
El total de activos en el balance de las entidades financieras españolas es de alrededor de 1,84 billones de euros. Se puede categorizar en tres grandes apartados: crédito hipotecario a particulares, crédito promotor y crédito a otros sectores residentes u OSR que incluye el crédito a la construcción. Bien. Trataremos ahora de analizar la mora pico a finales de 2010 de forma aislada, es decir, sin ninguno de los cambalaches a los que hacíamos referencia al final del párrafo anterior, y tomando como referencia los máximos alcanzados en 1993 y las tasas de recuperación que históricamente se han dado para cada uno de los tres grandes bloques de financiación.
Sólo un apunte inicial: el riesgo ladrillo, si incluyéramos construcción, es el 60% del total y su importe equivale en cuantía a la totalidad del Producto Interior Bruto de España. Para que vayan abriendo boca, vamos, y sepamos todos de qué estamos hablando.
1. Crédito hipotecario a particulares. 640.000 millones de euros ó 60% del PIB nacional. Realmente el problema con este segmento se centra, por sobre valoración y capacidad de repago, en las hipotecas concedidas a partir de 2004 que son cerca del 50% del total. Históricamente el nivel de mora de este sector ha sido muy reducido ya que gran parte de los activos se los queda el banco en forma de ejecuciones hipotecarias y por el valor de la deuda. En este caso, lo que ocurre es que el banco sustituye exigible rentable en el balance por activo ilíquido no rentable lo que actuará a futuro negativamente sobre la cuenta de resultados pero que, a corto, impide que la mora se dispare. Al final del día la morosidad viene a tocar techo alrededor del 5% (4% en 1993) pero con una tasa de recuperación superior al 90%. Por tanto el impacto final puede ser del 1% de la cuantía total o unos5.000 millones de euros, que no parece nada pero es un billón de las antiguas pesetas. Lo problemático hoy parece, de momento, lo menos problemático a largo.
2. Damos un salto y vamos directamente al tercer apartado: crédito a otros sectores residentes. Estamos hablando, en este caso, de unos 900.000 millones de euros, 90% del PIB, gran parte de los cuales carecen de garantía real. Si nos atenemos a las series históricas, la mora podría tocar un techo del 10%, como en 1993, o cerca de 90.000 millones de euros cuya tasa de recuperación, según esos mismos datos, se encontraría alrededor del 30%. Por tanto estamos hablando de unas pérdidas potenciales de 60.000 millones de euros, escenario, a mi juicio, conservador teniendo en cuenta el efecto arrastre de la crisis inmobiliaria sobre un montón de industrias auxiliares y el entorno recesivo económico general al que nos enfrentamos.
3. Crédito a promotor. 300.000 millones grosso modo ó 30% del PIB español. Aquí es donde está el quid de la cuestión para saber cuáles pueden ser las necesidades futuras de recapitalización del sector en España. ¿Hasta dónde llegará la mora de los promotores? En 1993 tocó techo en el 13%. No es descabellado pensar que, en la coyuntura actual, se podría ir hasta el 50% teniendo en cuenta la caída del valor de las garantías, la paralización del mercado y la multitud de empresas entre las que dicho riesgo se reparte, muchas de ellas pequeñas firmas con escaso músculo financiero. Pues bien, seamos aún así más prudentes y apliquémosle una mora del 30% ó 90.000 millones con una tasa de recuperación, siguiendo el optimismo del Banco de España, del 50% gracias a la ejecutabilidad teórica de las garantías. Total, 45.000 millones de pérdida que coinciden más o menos con las provisiones que actualmente aglutina el conjunto del sistema.
Este es un ejercicio basado en la Ley de las Grandes Cifras donde los análisis de sensibilidades cobran una importancia capital, nunca mejor dicho, especialmente por lo que se refiere al crédito promotor. Pero bueno, si hacemos la foto colectiva de todo lo dicho hasta ahora veremos que, los bancos y cajas necesitarán en los próximos años hasta 65.000 millones de euros, ex provisiones del sistema, para hacer frente a un escenario de morosidad creciente como el aquí reflejado que, insisto, desgraciadamente no es, ni mucho menos, el peor de los mundos posibles. De hecho seguro que parecerá el paraíso para más de una entidad. Gran parte de ese importe puede cubrirse de los beneficios generados y no repartidos de unas entidades que se compensarán por las pérdidas ciertas que vivirán otras. Supongamos un beneficio antes de provisiones e impuestos 2009-2010 para el conjunto de las entidades de más/menos 30.000 millones de euros (extrapolación lineal de los resultados del primer semestre de 2008. De nuevo, escenario más bien optimista). Quedarían 35.000 millones, o un 20% de su base actual de capital (170.000 millones), a recuperar mediante ampliaciones -intervenciones públicas aparte y siempre que todo el BAPI se aplicara a cubrir el agujero- que es mucho, mucho dinero y más en el difícil entorno actual de los mercados de acciones y crédito. Y eso anticipando la recuperación del crédito moroso que, normalmente, se prolonga durante periodos muy superiores a dos años. Yendo a un escenario más realista, las necesidades a corto bien podrían ser el doble de dicha cuantía, esto es: 70.000 millones de euros.
Hay una concepción errónea por parte tanto del ejecutivo como de los supervisores y la propia banca: la mora no es intrínsecamente mala. No es causa, sino consecuencia de unas prácticas anteriores excesivamente laxas que ahora vuelven a cobrar su peaje. Se trata, en definitiva de una purificación necesaria. El run, run del mercado pregona los denostados esfuerzos por unos y otros para que la morosidad no se dispare, con objeto de no castigar en exceso las cuentas de resultados y generar una “innecesaria” alarma social. Perdonen que les diga pero es sacrificio baldío, pan para hoy y hambre para mañana. Cualquier intento de hacer perdurar el problema, como ocurre en el caso de las refinanciaciones wishful-thinking tan en boga hoy en día, impide que la tan exigida transparencia sobre la realidad del balance aflore y, ante la incertidumbre sobre las propias cuentas anuales, se restrinja el crédito y se impida la adecuada recuperación de la economía. Suficientes ejemplos de ello ha dado la Historia. Sin embargo, aquí y ahora, unos lo piden, otros lo toleran y los terceros lo consienten. Pues sí que andamos buenos. Que disfruten de la familia que es hoy, y será siempre, la mejor inversión.