Paro: ¿susto o muerte? - cotizalia.com
El dato de paro que el Instituto Nacional de Estadística ha dado a conocer a través de la Encuesta de Población Activa es demoledor. No por mucho anticipado por algunos pierde un ápice de su dramatismo. El desempleo se dispara hasta el 17,36% y supera los cuatro millones de parados, 802.800 más que en diciembre. Una cifra que no crece por la parte del denominador -más gente en edad de trabajar y dispuesta a hacerlo- que apenas se incrementa en un 0,15% en los últimos tres meses respecto a cierre de 2008 -36.800 personas-, sino por destrucción pura y dura de puestos de trabajo: un 3,85% en el mismo periodo ó 766.000 de los residentes en nuestro país, para completar un total de 1.311.500 en base interanual. El 58% de la amortización de puestos de trabajo en España de marzo del año pasado a aquí se ha materializado entre enero y el mismo mes de 2009. Menos mal que la recuperación estaba a la vuelta de la esquina que si no…
Mucha fanfarria, pocos resultados reales.
Y mientras el Gobierno a las patatas que, o no se entera, o no se quiere enterar. No se puede confiar la solución del problema más importante de nuestro país a lo que pueda derivarse de unas cumbres internacionales que sientan postulados genéricos pero que no resuelven las penurias individuales de cada nación. Y menos cuando la falta de competitividad de nuestra economía impide que nos podamos enganchar al carro de la recuperación global, cuando ésta se produzca, al mismo ritmo de otros Estados más preparados para luchar en el entorno global. Podemos seguir Esperando a que llegue Godot, o Sarkozy, o Obama, que tanto monta, monta tanto, con sus recetas bajo el brazo. Esperemos, esperemos. Les digo un secreto: hoy no llega pero mañana, seguro que sí.
Es absolutamente injustificable que el Plan Estrella de nuestro ejecutivo para luchar contra el desempleo sea un compendio de obritas menores de finalidad diversa -que no responden a un objetivo establecido con antelación-, vigencia temporal parca e impacto limitado sobre la creación de puestos de trabajo. A los hechos me remito. +50.000 contra -750.000 de momento, que no está mal. Como es igualmente censurable que su gestión se haya encomendado al ente administrativo más ineficaz y corrupto, salvo contadas excepciones, del orbe español: los Ayuntamientos. Eso sí, la adjudicación y ejecución de infraestructuras, que generan valor añadido y mejoran el mercado interior y, por ende, la posición competitiva de nuestra economía, minoradas de facto frente al año anterior. Im-presionante. Claro, como los frutos son a largo plazo y hay elecciones cada cuatro años… Luego se quejan de los banqueros. País que diría Forges.
Tampoco se entiende demasiado bien la fanfarria con la que el gobierno ha acogido la noticia de que el futuro Q3 se fabricará en Martorell, impidiendo un ERE que iba a afectar a 1.500 trabajadores de la plantilla. Hombre, con 100 millones de euros debajo del bolsillo de subvención pública es más fácil para el equipo directivo asegurar la continuidad de la sede, ¿no creen? Una cantidad que compensa el diferencial de coste laboral entre un coche producido en la fábrica española y en la de Bratislava pero que no resuelve el problema principal: el desembolso por cada hora de trabajo en España se acercaba a los 20 euros a cierre de 2007, mientras que en Eslovaquia apenas superaba los 6 . O se resuelve ese diferencial mediante especialización, mejora del proceso productivo o ajuste salarial o estamos ante una nueva Delphi en potencia en breve plazo, mal que nos pese. Siento ser aguafiestas.
Implicaciones de alcance que exigen reacción.
Las consecuencias que se derivan de la existencia de cuatro millones de parados en nuestro pais, y del ritmo acelerado al que dicha cifra se incrementa, mes a mes, trimestre a trimestre, son absolutamente demoledoras. Pero encierran algunas claves que deberían permitir al observador avezado, si es queda alguno por las altas esferas, tomar ventaja de ellas para tratar de corregir parte de los desequilibrios que hoy nos afectan:
1. España un gran creador de empleo en tiempos de bonanza y uno de los mayores destructores cuando la crisis vuelve la esquina. Eso sólo se justifica por un modelo productivo de bajo valor añadido, extraordinariamente sensible a la demanda. No es de extrañar que gran parte de la contracción en el mercado de trabajo se haya producido en la construcción, y parte de su industria auxiliar, y en los servicios. Las reformas estructurales para ganar competitividad y productividad son indispensables. Es urgente encuadrar todos los planes hasta ahora pergeñados en un marco general que persiga tal finalidad. La llegada de Salgado se convierte prácticamente en la última oportunidad para hacerlo. El compromiso de gasto que se ha producido hasta ahora, parcialmente pendiente de utilizar, limita el margen de actuación.
2. Eso no significa que la flexibilidad laboral en España sea alta. Flexibilidad no es sinónimo de destrucción. Al contrario, supone establecer las condiciones que permitan preservar el empleo en tiempos de incertidumbre y minimizar, en la medida de lo posible, el paro estructural. Flexibilidad es unificación de contratos, agilización de la justicia laboral, rebaja de las cotizaciones de la Seguridad Social, prestación orientada a la formación… Terminar con la figura de Papá Estado que consiente la vida subsidiada de una parte de la población, especialmente en algunas regiones.
3. Mientras se destruya empleo a este ritmo, que nadie espere una mejora de la demanda interna. Algunos analistas apuntaban, de la mano de la recuperación bursátil, que podía haber una vuelta en forma de V en la economía española. Servidor albergaba pocas dudas de que no iba a ser así pero estas cifras anulan definitivamente tal posibilidad. El consumo se frena, con él la inversión privada, aumenta el papel del Estado en la economía y se corrige, por la vía de las importaciones, el déficit por cuenta corriente español. Desgraciadamente se han cumplido los peores augurios: el problema de financiación de España, sin política monetaria ni de tipo de cambio, sólo se podía resolver por este doloroso camino. Tendremos, en el mejor de los casos, una U prolongada. No habrá alegrías hasta, al menos, Londres 2012.
4. Los bancos van a limitar aún más la actividad crediticia. Qué se le va a hacer. Esta está condicionada a dos elementos: el valor de la garantía, incierta en la mayoría de las ocasiones, especialmente en el inmobiliario, y la capacidad de repago del acreditado. Y cuando la renta disponible hoy no se sabe si va a estar mañana, complicado. Obviamente olvídense de cualquier tipo de financiación sin colateral. El endurecimiento de los estándares de crédito tendrá un efecto adicional de presión sobre el precio de la propia vivienda y sobre la capacidad adquisitiva de los ciudadanos (menores tipos, más margen, mayor aportación).
5. Cerca de uno de cada tres extranjeros legales en España se encuentran en paro, un 25% de la cifra total de desempleados, más de un millón de personas. De los datos de la EPA se desprende que hay otro millón de ciudadanos foráneos en edad de trabajar que ni están ni se les espera en el mercado laboral. Dos millones sobre un censo total de 38 a los que hay que añadir jubilados, los menos, y, sobre todo, menores de 16 años. Un tema a vigilar muy de cerca por los problemas de competencia laboral, seguridad ciudadana y potencial xenofobia que pueden llevar aparejados. Nuestro país, pese a la ausencia de choque cultural, fundamentalmente lingüístico, con gran parte de sus inmigrantes, no tiene por qué ser ajena a los conflictos que han existido en naciones vecinas a las nuestras. Más vale prevenir que curar.
6. El debate sobre el Estado del Bienestar se convierte, en virtud de las prestaciones que el desempleo lleva aparejadas, en inaplazable. Es momento de abordar la cuestión sin alarmismo pero con realismo. No es momento de impulsar políticas de protección indiscriminada que generan gasto corriente recurrente en el tiempo, sino de establecer fórmulas que permitan asegurar la viabilidad del sistema a medio plazo que han de pasar, necesariamente, por el fomento de la natalidad y el retraso voluntario de la edad de jubilación, el estímulo de los planes privados de pensiones, la privatización bajo tutela pública de parte de los servicios dependientes de la Seguridad Social, el incentivo a la búsqueda de empleo y similares.
Si no fuera por la cantidad de historias personales que hay detrás, podría decirse como en el famoso chiste. Llega el INE al Gobierno y le dice: susto o muerte. Susto. Pues... ¡¡¡cuatro millones de parados!!!. ¡Qué susto, casi prefiero la muerte! Pues eso. No hay ejecutivo que aguante este ritmo de parados, por más que la última remodelación pretenda mantener las filas prietas, amigos para siempre will you always be my friend. Se acabó la hora de contentar a todo el mundo. La gestión de recursos escasos exige saber decir No en aras de la eficiencia. Y eso hay que dejarlo en manos de profesionales. No es momento de políticas de izquierda, como afirma el Zapatero, que hagan más larga la travesía en el desierto, sino de medidas adecuadas para reflotar España cuanto antes. De aunar y no dividir; de matar la ideología. Nos jugamos demasiado: la mayor o menor prolongación en el tiempo de la incertidumbre futura. Pero parece que el Presidente, entre el susto y la muerte, sigue empeñado en apostar por la Señora de la Guadaña. El problema es que, como no puede ser de otra manera, se lleve el país tras de él.