Los diez olvidos que condujeron a la crisis (I)
@S. McCoy - 27/04/2009
Este fin de semana he tenido la oportunidad de dar una charla a la segunda generación de varias de las grandes fortunas de España. Gente que está llamada a liderar, en primera persona, el cambio económico, social e incluso cultural que nuestro país necesita. De ahí que poder entrar en contacto con ellos haya sido para mí una experiencia realmente única. Palpar la realidad, aterrizar desde las alturas a los problemas cotidianos es algo que me obligo a hacer con la mayor frecuencia posible. Sólo se puede juzgar lo que se conoce.
Mi presentación, que estaré encantado de repetir en los foros oportunos, tiene por título Los Diez Olvidos que condujeron a la Crisis y su punto de partida es un hecho, a mi juicio, sustancial: junto con los bancos centrales, las instituciones financieras privadas, los reguladores, las agencias de rating y los políticos, todos y cada uno de nosotros somos corresponsables, por acción o por omisión, de lo que ahora está sucediendo. En distinta medida, claro está. Los fenómenos globales son la suma de una multitud de acciones individuales. Es indiscutible. De hecho, si no tomamos conciencia de nuestra cuota de responsabilidad, si no asumimos nuestra parte de culpa, cuando la Historia se repita, tarde lo que tarde en hacerlo, volveremos a caer en los mismos errores. No lo duden.
Los Diez Olvidos pretenden convertirse en una suerte de mantras que, puestos en el frontispicio de la acción empresarial, permitan reducir el margen de error en el futuro. Mi conferencia será el cuerpo esencial del Valor Añadido de hoy y de mañana. Una guía básica de actuaciones iluminadas por la perspectiva y el sentido común. Un compendio de obviedades insultantes a día de hoy pero que, paradójicamente, fueron denostadas por buena parte del universo inversor durante gran parte de la construcción de la burbuja que ahora ha estallado. Les dejo con la primera parte de ellas. Buena semana a todos.
1. Los ciclos existen. Han existido siempre y siempre existirán. Son consecuencia del propio mercado, de la convergencia de la oferta y de la demanda para fijar un precio de equilibrio. De Perogrullo. Bueno, no crean. Pongamos como ejemplo el inmobiliario español. Producía más casas que toda Europa junta, hasta 800.000 anuales (cuando el último dato de Estados Unidos de la semana pasada es de 356.000). Algunos creyeron que el ciclo había muerto. Apostaron por ello. Aventuraban una demanda ilimitada para la que establecieron una oferta abundante pero… cada vez más cara. El resultado ya lo conocemos. Sólo si no hay mercado, por ser el activo negociado inexistente o ilimitado en ambos lados de la ecuación, oferta y demanda, podríamos afirmar la muerte de los ciclos.
2. Sólo se justifica un nuevo paradigma cuando hay una razón tecnológica. Un cambio que incide sobre la configuración misma de la sociedad, que deja de reconocerse en su estado anterior. Ha ocurrido a lo largo de la Historia con el fuego, la rueda, el vapor, la electricidad, los combustibles fósiles e Internet, por poner sólo unos ejemplos. Nunca es resultado de procesos de oferta y demanda, como ocurría con los ciclos, sino causa de los cambios que en ellos se producen. Este comentario viene al hilo de la creencia anterior al estallido de la crisis de que estábamos a punto de tocar el cielo gracias a un término ahora olvidado: el Goldilocks, la era dorada del crecimiento sin inflación.
Sin embargo, su origen, por hacerlo reduccionista, era evidente: China se incorpora al mercado mundial y ofrece producción barata y dinero abundante para financiar la propia demanda de sus productos en Estados Unidos, lo que ayudó a mantener los tipos norteamericanos artificialmente bajos. Simultáneamente se convierte en el mayor demandante mundial de materias primas. Al final, las compras chinas disparan el precio de los combustibles fósiles, lo que a su vez incide en el poder de compra de los estadounidenses que dejan de adquirir productos del gigante asiático. Y, crédito aparte y sé, por favor no sean crueles, que es una versión muy simplificada, catacrock. Adiós al Goldilocks…
3. El dinero cuesta, aunque parezca que te lo regalen. Cuantas veces no habré oído en estos últimos meses a empresarios comentando que los bancos hacían cola delante de sus oficinas para darle crédito y que parecía del género idiota no cogerlo. Bueno, ha quedado demostrado en muchos casos, y perdón porque sea tan directo, que lo idiota ha sido precisamente cogerlo. Era tan fácil como decir No. El dinero, como activo sujeto a las leyes de la oferta y la demanda, tiene un precio de equilibrio que varía con el tiempo; con las garantías que cubren las posiciones deudoras existe exactamente lo mismo. No hay que olvidar que, por definición, un banquero es aquél que te regala un paraguas cuando no lo necesitas y te lo quita cuando empieza a llover, como ha quedado demostrado. Desde luego, si el dinero era un regalo, venía envenenado.
4. El crédito es también un activo, cuando se utiliza como tal. Es evidente que esta afirmación es completamente contraintuitiva, pero voy a tratar de explicar qué quiero decir. A lo largo de los últimos meses gran parte de las inversiones que se hacían, y del éxito del que disfrutaban, tenían una justificación común: la utilización de fuentes de financiación ajena. Uno invertía en un activo (inmobiliario, hedge fund, private equity) a sabiendas que parte de la rentabilidad del mismo lo determinaba el crédito asociado al mismo, el apalancamiento.
Pues bien, como fuente potencial de riqueza, el crédito se había convertido así en un activo más que se incorporó de modo invisible a nuestra cartera. Y si hay un elemento común que es parte consustancial de los demás, su liquidación provocará igualmente la caída del conjunto de los activos a los que afecta. De ahí que, al desaparecer el crédito, factor común, la correlación a la baja haya sido máxima, cercana a 1, entre unos bienes financieros y otros y de ahí, igualmente, que muchos de los procesos de planificación familiar, basados en stress test con datos históricos, hayan fracasado al no incorporar el crédito en sus modelos. Es precisamente el crédito el que ha hecho que lo posible pero altamente improbable se haya materializado, Tesis del Cisne Negro, y que lo haya hecho de forma colectiva y simultánea.
Hasta aquí por hoy. Mañana los Seis Olvidos restantes. Sean buenos y temerosos de Dios.
Publicamos ayer la primera parte de la charla que tuve ocasión de dar este fin de semana a la segunda generación de algunas de las empresas familiares más importantes de este país. Su título, Los Diez Olvidos que condujeron a la Crisis actual. El post generó no poco debate en el foro entre los lectores más avezados que, o bien ampliaban la responsabilidad más allá del ámbito privado de decisión hacia otros actores como los reguladores, los bancos centrales o las instituciones financieras, afirmación con la que no puedo estar más de acuerdo y que fue la primera parte de mi presentación del sábado, aquí omitida, o bien acudían a distintas teorías, fundamentalmente monetarias, para justificar el origen de lo que nos está pasando hoy día.
Bueno, como traté de aclarar ayer en el mismo foro, en el que excepcionalmente participé toda vez que estaba en la cama con un trancazo de no te menees, dos son las condiciones preliminares con las que hay que enfrentarse a esta ponencia. Primero, la audiencia a la que se dirige. No tenía sentido hablar del mar y las flores y discutir sobre teorías económicas y financieras complejas. Creí más útil aterrizar en aquellas obviedades, que se derivan del sentido común y de la toma de un poco de perspectiva, que en un momento dado pudieron olvidar en el desempeño corriente de su actividad, con las consecuentes pérdidas patrimoniales para sus compañías.
En segundo lugar, cada uno de los mantras, como los bautizaba ayer, admite muchos más matices de los que en el texto aparecen reflejados. Por supuesto. Lo único que perseguían, y persiguen, es dar una serie de ideas básicas de recuerdo permanente que permitan a los oyentes allí presentes, y a los lectores del mundo empresarial o financiero que hoy me acompañan, mejorar su toma futura de decisiones y minorar el margen de error que se deriva de las mismas. Eso implica reconocer su cuota individual de responsabilidad en un proceso que tiene una premisa básica: la humildad como elemento antagónico a la soberbia. Y les puedo asegurar que lo que más me impresionó del tiempo que pasé con algunos de estos jóvenes fue precisamente el reconocimiento por su parte de la cura de humildad que la crisis había supuesto, tanto a nivel individual como colectivo.
No me enrollo más. Espero sinceramente que el post de hoy les pueda ser de utilidad y que genere el debate sano y cordial que siempre preside Valor Añadido, blog que ustedes hacen grande con sus aportaciones. Uno, los ciclos existen; dos, los nuevos paradigmas son el resultado de procesos tecnológicos; tres, el dinero cuesta aunque lo regalen; y cuatro, el crédito es un activo a tener en cuenta... cuando se utiliza como tal. Aquí van los restantes. Mañana más y mejor.
5. Los activos ilíquidos por naturaleza antes o después volverán a serlo. Esto tiene a su vez dos derivadas. Una, la necesidad de mantener un flujo de liquidez suficiente como para hacer frente a las contingencias corrientes en el punto medio del ciclo económico y de crédito, esto es: tener garantía de que se puede hacer frente a los compromisos de pago. Dos, la obligación de hacer la asignación entre activos líquidos e ilíquidos en función de su verdadera naturaleza y no de circunstancias excepcionales del mercado que afectan a su liquidez. Se entiende con un ejemplo. Empresario en España. Sicavs, varios inmuebles prime. Lo apalanca todo para constituir una SCR y beneficiarse del trato fiscal del vehículo y de sus inversiones. Por ley, obligación de invertir en tres años. Año y medio después, estalla la crisis. Está muerto. Mucho servicio de la deuda a corto y liquidez cero: los mercados tradicionalmente ilíquidos, inmuebles y empresas, recuperan su condición. ¿Y ahora? Por mucho que Michael Jackson se empeñe en ser blanco, siempre será negro.
6. El mercado es soberano. Primera parte del es importante ser listo pero dramático creerse el más listo. Uno no puede creerse nunca por encima del sistema o del mercado. Muchas fortunas construidas a lo largo de muchos años se han disuelto como un azucarillo precisamente por saltar esa barrera. Como ha ocurrido igualmente en el orbe político con casos paradigmáticos como el del ahora televisivo Mario Conde. Los mayores éxitos empresariales se derivan de la capacidad de interpretar el entorno y aprovecharse de él para obtener un beneficio, no de tratar de obviar las normas que gobiernan el mercado, entre otras, y por eso era el primer mantra de mi presentación, la existencia de los ciclos a la que hicimos referencia ayer. No hace falta que dé nombres en el inmobiliario español…
7. Hay que reflexionar sobre los fracasos, pero también sobre los éxitos. Segunda parte del es importante ser listo pero dramático creerse el más listo. Es fundamental reflexionar acerca de las causas que han provocado un contratiempo con objeto de aprender de ellas y no repetirlas en el futuro. Pero también resulta esencial hacerlo sobre las razones que se encuentran detrás de los éxitos y hacer un juicio crítico que permita incorporar la coyuntura o el factor suerte. La burbuja ha provocado que mucha mediocridad se envolviera en las frágiles vestimentas del talento. El inteligente es quien aprende de lo malo y de lo bueno. Si a Sacyr no le hubiera salido bien la Operación BBVA, ¿hubiera entrado en Repsol? Si uno se cree, sin motivación justificada, el más listo, lo normal es que baje la guardia y sufra un golpe definitivo. A los hechos me remito.
8. Mucho más importante que saber comprar es saber vender que es, en definitiva, donde queda plasmada la rentabilidad final obtenida de una inversión. No me estoy refiriendo únicamente a la operativa bursátil y a sus dos máximas clásicas de que el último duro que lo gane otro o la obligatoriedad de establecer stop losses para limitar la pérdida. Saber vender implica una reflexión previa, que es para qué compro: motivos fiscales, especulación o estrategia. Tendré que tomar mi decisión en función de ese punto de partida. Muchas inversiones que eran teóricamente a largo plazo, al final han resultado tener un carácter meramente financiero, simplemente porque su presupuesto inicial era erróneo: si no se puede mantener cuando cambien las circunstancias del mercado, entonces toda apuesta es especulativa.
Saber vender supone igualmente tener flexibilidad ante ese cambio de circunstancias del mercado, aprovecharse de sus ineficiencias, como el exceso de liquidez que hace líquidos bienes en esencia ilíquidos, o los sentimientos de avaricia y pánico que, en ocasiones, le gobiernan para vender o comprar. La capacidad de tomar ventaja de esas oportunidades ha de estar siempre presente. Sentarse ante tales distorsiones y esperar suele ser el preludio de tiempos peores. Sacyr llegó a cotizar a 53 y ya ven. ¿Dónde estaban entonces Torreal, Unicaja, Mutua Madrileña?
9. La acción colectiva es la suma del resultado de las acciones individuales o, mejor dicho, el beneficio individual sólo crea valor si contribuye al bien colectivo. Si todos miramos por lo nuestro, el sistema se colapsa. Este mantra tiene dos implicaciones: la primera es vertical. Las acciones a corto tienen unas consecuencias a largo que han de ser tenidas en cuenta. No pueden ser pan para hoy y hambre para mañana. Se ve en la política en casos tan graves como la educación. O en la actuación como bomberos de los bancos centrales alimentando sucesivas burbujas. El futuro se alimenta con la experiencia del pasado pero se construye en el presente. Y si nuestras decisiones no contribuyen a su mejora de la sociedad, su deterioro nos arrastrará a nosotros con él.
Pero también tiene un efecto horizontal y es que nuestras decisiones hoy inciden en el conjunto de la sociedad: es el equilibrio entre maximización del beneficio y bienestar social el que garantiza la supervivencia común. De lo contrario, como hemos comprobado, el caos aparece a la vuelta de la esquina. El empresario de verdad es el que persigue el cambio a mejor del conjunto de la sociedad obteniendo un beneficio para sí mismo porque sólo así su vocación de permanencia en el tiempo se cumple. De lo contrario, la muerte económica o social será igualmente su propia muerte.
10. El dinero no puede quitar el sueño. Referencia ineludible toda vez que uno de los convocantes era una institución de banca privada internacional. Este apartado, a su vez, tiene dos elementos. El primero, que se me pasó comentarlo en mi exposición, no deliberadamente se lo aseguro, es que no hay que invertir en lo que no se entiende. La labor de los asesores no tiene que pasar por encima de la propia comprensión de la esencia de lo que se pretende adquirir. Se trata de una facultad indelegable que permite evitar las sorpresas y aprender de la asunción de las propias responsabilidades que nace del conocimiento. Simplificar lo complicado y, si no se puede, fuera. No complicar lo sencillo.
Una maldad irresistible para terminar, sí expuesta entonces. La banca es en esencia insolvente. De hecho está en la naturaleza de su propio negocio el serlo. Su margen de intermediación lo obtiene pidiendo dinero prestado a corto, cuentas corrientes o depósitos, financiación ajena aparte, y prestándolo a largo. Es la desconexión entre la exigibilidad inmediata de lo depositado y la falta de ejecutividad automática de lo prestado lo que determina que sea insolvente en el sentido de no poder hacer frente a sus pagos si todos sus clientes exigen su dinero a la vez. La insolvencia-liquidez es consustancial al sistema financiero. Hay que ponerla en contraste con la solvencia-recursos propios. Pues bien, merece la pena vigilar dónde tenemos depositado nuestro dinero porque cuesta tanto ganarlo que tiene que ser nuestra última fuente de preocupación. La rentabilidad tiene una premisa básica que es la seguridad. Nunca lo olviden