El miedo es libre o el camelo de la gripe porcina
@S. McCoy - 29/04/2009
Les voy a decir una cosa, por políticamente incorrecta que parezca a día de hoy. A mí esto de la gripe porcina, que ni siquiera ya responde a tal epíteto, me parece un camelo de una hipocresía absoluta, qué le vamos a hacer. Con los datos actuales, catalogarla de pandemia resulta, además, de un atrevimiento insultante. Es verdad que los muertos se cuentan por centenares, de momento sólo en México, y resulta igualmente cierto que ha habido una extensión del virus a nivel planetario. Pero nos olvidamos muy pronto que en el planeta habitamos, millón arriba, millón abajo, cerca de 6.800.000.000 de ciudadanos, que aproximadamente el 40% resiste como puede con menos de un euro y medio al día -2.700 millones-, que unos 35.000 seres humanos mueren de hambre cada 24 horas, eso sí que es un drama olvidado que acaba con casi 13 millones de personas al año, y que incluso el 20% de la población española vive por debajo del umbral de la pobreza.
En esas circunstancias, lo extraño es que no tuviéramos una gripe bovina, porcina, ovina y aviar todos los días de diario y fiestas de guardar. Las condiciones de salubridad e higiene en las que se desenvuelven gran parte de los habitantes de la Tierra son, cuando menos, precarias. Su educación sanitaria ínfima y su acceso a la atención pública ilusoria. Este es el mundo en el que vivimos y ésta es la realidad que, como repite Carlos Alsina en su Brújula todos los días, no interesa a nadie. Estamos en una sociedad en la que lo que no se ve, no existe y donde el poder de una imagen es capaz de conmover conciencias y provocar estampidas. Es el caso que nos ocupa, con la red invadida de testimonios que parecen sacados de la Guerra de los Mundos y sobre los que no hay control alguno, ni siquiera en medios como la BBC. Merece la pena leer los comentarios. Se dice, se comenta, se rumorea…
¿Por qué las muertes sólo en México?, se preguntaba un diario de tirada nacional ayer al ver que en España a los afectados se les despacha en 48/72 horas para sus casas. La respuesta no admitía matices: falta de capacidad de diagnóstico, carencias alimenticias y déficit de cobertura sanitaria. Vaya, ya empezamos a enterarnos de qué va esto. Un problema particular que está por ver si se convierte en general y que se deriva de la falta de inversión previa en los mecanismos necesarios para evitarlo. El segundo apoyo de la misma información era brutal: se dispara el negocio de las vacunas y las mascarillas, decía. Como si fuera una novedad. Claro, no podía ser de otra manera: si algo razonablemente normal se convierte en excepcional y alcanza dimensión planetaria será porque a alguien le interesa, ¿no?
Circulan por la web teorías conspiratorias para todos los gustos de las que no me voy a hacer eco (quizá la más interesante, como curiosidad, sea esta entrevista de radio en Estados Unidos, de 30 de marzo, en inglés, que anunciaba que esto iba a ocurrir) pero está claro que el efecto expansivo del miedo a una epidemia global tiene muchos e importantes beneficiados. Y es evidente que interesa que los potenciales amenazados pertenezcan a la sociedad desarrollada o en vías de desarrollo que es la que cuenta con recursos suficientes como para poder hacer frente económicamente a sus efectos, tanto en términos de prevención como de potencial curación. Uno paga y otro ingresa, matemáticas puras. Si bajan un poquito la vista hacia el Sur y llegan hasta la Zimbawe deMugabe, e incluso la Argentina de Kirschner, verán que el cólera hace estragos entre sus ciudadanos. ¿Y? Pues eso. No money, no cry...
Es evidente que si la Historia ha puesto algo de manifiesto a lo largo de los siglos es que la naturaleza humana es extraordinariamente vulnerable a mutaciones de las enfermedades que le afectan y que periódicamente es objeto de virus que pueden llegar a causar millones de muertes. Ocurrió con la gripe española de 1918, la asiática de 1957 o la de Hong Kong de 1968. ¿Es el caso que nos ocupa? Sinceramente, lo dudo. Tampoco lo fue el SARS que contabilizó apenas 775 muertos oficiales de un total de 8.000 personas infectadas en 25 países en 2003. Eso sí, un coste para la región de Asia-Pacífico de 40.000 millones de dólares. Efecto, cuando menos, costoso. Alarma, quizá, exagerada. Miedo igual a paralización igual a colapso económico.
Como recogía recientemente un artículo de Reuters, citando a la Organización Mundial de la Salud (OMS), una pandemia parece inevitable más antes que después y se llevará por delante un 5% del P.I.B. mundial con una cantidad de muertes que superará los 70 millones de personas, cinco años completos de fallecidos por hambre. Desde luego nunca será "leve", como la actual que, insisto, a día de hoy ni lo es. Por supuesto, no sólo debemos estar preparados para su venida sino que se hace imprescindible el establecimiento de unos protocolos de actuación internacional para la temprana identificación, adecuado diagnóstico y tratamiento oportuno, incluidas áreas de aislamiento. Es un trabajo previo que no hay que descuidar. Dicho esto, y no por ello resulta menos grave, me resulta muy difícil contemplar esas cifras en las economías del primer mundo con su más o menos boyante Estado del Bienestar. Llegará la gripe X, la definitiva. Y, ¿saben qué?, se llevará por delante a los de siempre. A esos, precisamente, que no interesan a nadie.