El economista que profetizó en septiembre de 2006 en Estados Unidos la pesadilla económica que se nos venía encima, no ve todavía hoy luz al final del túnel.
En 2008, Nouriel Roubini (Estambul, 1959), profesor de la Universidad de Nueva York y fundador del centro internacional de investigación para economistas que lleva su nombre, el Roubini Global Economics (RGE), se convirtió en el gurú de la crisis mundial, avalado por la sucesión en cadena de sus catastrofistas prediciones.
Convertido en personaje mediático, se ganó los apodos de «Casandra» y «Nostradamus» antes de que «The New York Times» le bautizara con el definitivo: «Doctor Catástrofe», sobrenombre al que la revista económica Forbes añadió la categoría de «sabio», tras reconocer su autoría en las acertadas revelaciones sobre la crisis.
Convencido de que sin crecimiento Europa no saldrá de esta crisis, Roubini da crédito a la política fiscal del Gobierno español, pero insiste en que para convencer a los mercados hay que ganar en credibilidad.
—La decisión del Banco Central Europeo (BCE) de dar luz verde a la compra ilimitada de bonos de deuda soberana de los países de la Eurozona que lo soliciten bajo condiciones, ha sido definida en Cernobbio como un giro espectacular. Para Europa puede representar el primer paso hacia una unión federal que aproxime al BCE al modelo del banco central estadounidense, la Fed. ¿Será suficiente para resolver la crisis?
—La medida anunciada por Mario Draghi es providencial, pero no es suficiente para resolver la crisis. Es solo un primer paso en la dirección acertada para ganar tiempo. Se debe proceder con urgencia a la unión política y fiscal y, sobre todo, al relanzamiento económico, que es el aspecto más urgente y en el que hay mayores retrasos. A pesar de las muchas reuniones y cumbres, todavía no se ha hecho nada por el crecimiento en Europa. Las reformas y la austeridad son necesarias, pero sin minar el crecimiento.
Evitar retrasos
—Los países que soliciten la ayuda europea tendrán que hacer frente a severas medidas económicas. ¿Cuáles serían las condiciones para España?
—En el BCE están preocupados por la compra de bonos españoles. Y no me refiero solamente a Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, sino a cinco o seis miembros de la cúpula directiva del BCE. Cuando se votó la medida planteada por Draghi, esos miembros avisaron: «Si tenemos que votar a favor, queremos tener la seguridad de que no habrá un riesgo demasiado alto para el BCE, y para ello las condiciones que se impongan a España no deben ser demasiado fáciles para evitar así que el Gobierno español las pueda retrasar». Por eso, subrayaron, las condiciones deben ser severas y eficaces. Hay condiciones sobre el presupuesto y otras estructurales. El BCE acepta un déficit del 6,3% para 2012 y no pedirá recortes fiscales más severos. En cuanto a las medidas estructurales, el BCE pedirá anticipar compromisos creíbles que deberán ser aprobados y aplicados.
—¿Por qué cree que España no tiene otra alternativa que pedir la ayuda a Europa, mientras Italia podría salvarse en el corto plazo?
—Italia tiene una gran deuda externa, pero lo que hace a España más débil en estos momentos es su crisis bancaria, las secuelas de la crisis inmobiliaria y el alto porcentaje de desempleo que arrastra el país.
—Defiende que «o la gente se cree las políticas del gobierno o las políticas fracasarán». ¿Cuál es su valoración de las políticas acometidas por el Ejecutivo de Mariano Rajoy? ¿Qué está haciendo bien o mal?
—Se le debe dar crédito al Gobierno español en su política fiscal y de ajuste, así como en sus objetivos de limitar el déficit en las comunidades autónomas. Diría que está comenzando a introducir reformas estructurales necesarias. Pero también creo que en relación con el Gobierno de Madrid existe a veces la sensación de que está como escondido. Por ejemplo, en el momento de reconocer los problemas de los bancos y sus pérdidas.
El Ejecutivo español tiene que ser más agresivo a la hora de arreglar situaciones como la bancaria, porque lo que se transmite al ciudadano es una falta de liderazgo fuerte a ciertos niveles. Este puede ser un problema ligado a la forma en que el país se proyecta hacia el exterior, a la forma en que comunica lo que ha hecho y lo que está haciendo. Cuando existe una buena política de comunicación es más fácil resolver los conflictos y convencer a los mercados; pero si falla la comunicación, la impresión que ofreces es que estás reaccionando bajo presión. Solo así das la sensación de ser más fuerte. España debe crecer en credibilidad. Un ejemplo a seguir puede ser el primer ministro italiano, Mario Monti.
Poca agitación social
—¿Puede un país soportar una cifra de paro del 25%? ¿Qué medidas sugiere para combatirlo?
—Una situación así no es sostenible. Y el problema es muy serio. De todas formas, las huelgas, las manifestaciones, el nivel de agitación social que ha habido en España ha sido modesto en comparación con lo que cabía esperar. Por dos motivos: el primero es que existe un estado social que ayuda a muchas personas; y el segundo, es que en España hay otra institución del estado de bienestar que funciona y ofrece techo y comida a los miles de jóvenes que no tienen trabajo: la familia. Pero para luchar contra el paro lo que sirve es el crecimiento. Es necesario sobre todo generar crecimiento y relanzar la economía si se pretende que la austeridad sea un camino socialmente aceptable.
—Pero la austeridad parece incompatible con el crecimiento, al menos eso es lo que estamos viendo hasta ahora.
—Es una combinación difícil. La austeridad y la recesión es lo que se ve a corto plazo. En España al principio se pretendía recortar el déficit desde el 8,8% al 5,3%, pero eso es algo imposible en un periodo de recesión. También recortar para llegar al objetivo del 6,3% de déficit implica un ajuste fiscal en un año bastante complicado. En general, la actitud de los gobiernos es la de posponer la austeridad fiscal, pero si se retrasa mucho quizás el mañana no llegue nunca. Es imprescindible que haya crecimiento y para eso Europa tiene que estimular más la economía, con una menor imposición de austeridad a los países del sur. Se necesitan políticas de macroeconomía y no solo austeridad.
—Muchos analistas y líderes europeos tienen la sensación de que tanto la recesión como la austeridad conllevan unos riesgos sociales que pueden ya palparse con la mano. ¿Cómo puede evitarse esto, teniendo en cuenta que en algunos países, como España o Italia, es muy difícil relanzar la economía mientras el Gobierno tenga que sanear las cuentas públicas y reducir el déficit?
—Insisto, sin crecimiento no hay nada que hacer. Si Europa sigue sin mover ficha en esa dirección, la recesión durará un año más, plazo que en España e Italia podría extenderse hasta 18 meses. Europa tiene que actuar unida. Hay países con déficit y otros con superávit y presupuestos equilibrados como los de Alemania, Holanda o Finlandia. Estos deben ahorrar menos y gastar más, al contrario que los países con déficit, que tienen que gastar menos y ahorrar más, además de recuperar competitividad y productividad. Es importante además que se haga un esfuerzo de solidaridad para permitir que los países más endeudados puedan disponer de plazos más largos para reducir su déficit.
—¿Es sostenible un estado de bienestar como el que hasta ahora hemos tenido?
—Europa necesita reformar su estado del bienestar tradicional, porque está en crisis en toda la eurozona, no se pueden mantener muchos de los beneficios prometidos. A causa del déficit, para mantener los gastos sociales debes subir los impuestos, y esto al final influye negativamente en el crecimiento económico del país. Por tanto, es inevitable hacer algunos ajustes en el estado social, aunque se deba proteger a los más pobres. Y España, como otros países de la eurozona, no pueden permitirse uno estado social como el que conocía hasta ahora.
Diálogo constructivo
—Se culpa a Alemania de un excesivo rigor y de imponer austeridad, sin preocuparse en la misma medida de estimular el crecimiento económico. La posición de Berlín está creando cierto resentimiento en los países del sur de Europa y alimentando el euroescepticismo.
—Alemania explica su punto de vista, los motivos por los que se debe acelerar con las reformas. Yo creo que el Ejecutivo alemán está adoptando gradualmente una actitud más sensible y flexible, por ejemplo en relación con el BCE para lograr la estabilidad financiera. También están dando mayores muestras de solidaridad con el resto de los países del euro. Alemania no solo ha dicho no, hay que reconocerle que se está tratando de ser más constructiva. Quizás en algunas puntos concretos se puede estar en desacuerdo con Berlín, como en la excesiva rigidez sobre la cuestión fiscal, pero mantiene un diálogo constructivo con los países que están pasando por mayores dificultades. Su compromiso con Europa y la eurozona es claro y fuerte.
—Usted considera que existe la Unión Europea, pero falta el espíritu europeo. Es además muy crítico con la falta de liderazgo en Europa e invita a los líderes políticos a renunciar gradualmente a la propia soberanía para dar paso a una verdadera unión política. ¿Por qué es tan difícil caminar en esa dirección?
—En Estados Unidos hay un gobierno y dos partidos, mientras que la Unión Europea está compuesta por 27 países con 27 gobiernos. Y luego en cada uno de ellos hay multitud de partidos y coaliciones. El ex secretario de Estado americano Kissinger decía: «Si quiero llamar a Europa, ¿qué número debo marcar?». En definitiva, falta un poder central. Esta es la naturaleza de Europa. Hace falta un líder creíble y fuerte a nivel nacional que pueda resolver y afrontar los propios problemas nacionales y llevarlos después al nivel europeo, para discutirlos y coordinarse con los otros países. Los gobiernos de España e Italia deben trabajar mucho en casa propia, ellos solos. Pero después necesitan contar con la solidaridad y el apoyo del resto de los socios europeos para entrar en el círculo virtuoso de las mejoras con las reformas.
El caso griego
—Grecia es un caso emblemático de esa falta de liderazgo. Representa el 2% de la economía europea. Su crisis se podía haber resuelto fácilmente, en poco tiempo y a un coste muy inferior si cada miembro de la UE no se hubiera centrado en sus propios intereses. En Alemania, Merkel no quiso dar la sensación por motivos electorales de que se gastaba dinero para ayudar a países que habían cometido graves errores. El problema se ha agravado hasta tal punto que ¿saldrá finalmente Grecia del euro?
—Sí creo que Grecia debería dejar la eurozona, porque la situación es insostenible. Pero la cuestión no es si deba salir, sino cuándo. Si Italia y España no tuvieran problemas, la salida de Grecia sería fácilmente gestionable para el resto de Europa. Pero mientras Italia y España sigan en apuros, Grecia es un riesgo añadido. Hoy son dos países vulnerables al contagio y sería un desastre la salida griega de la eurozona. Creo que se intentará mantener así la situación, hasta que mejoren Italia y España. Después se tendrá que adoptar una decisión política, es decir, hacer que Grecia salga del euro o tenerla dentro por motivos sustancialmente geopolíticos como es la estabilidad de los Balcanes. En cualquier caso, es necesario actuar con una masiva intervención de capital. Si Grecia sale definitivamente del euro, se debe ayudar también para que lo haga de una forma ordenada.
—Cuando se le tacha de pesimista, usted responde que es realista. De cara a 2013, apunta la posibilidad deuna tormenta perfecta en la economía global. ¿Existe el riesgo de que se desencadene a causa de los cinco factores a nivel global que cita: crisis en la eurozona, ralentización del crecimiento en EE.UU., en China y en los países emergentes y, finalmente, la inestabilidad en Oriente Medio?
—El riesgo de que algo vaya mal existe. La eurozona por ejemplo no ha salido del túnel y Grecia constituye todavía un problema potencialmente contagioso. La locomotora norteamericana se ha hecho más lenta, China tiene un modelo de crecimiento insostenible y podría tener un aterrizaje duro impactando su desaceleración en la economía mundial, los otros países emergentes viven también una fase de ralentización, y finalmente Oriente Medio es un volcán activo. Hay muchos elementos de fragilidad a nivel mundial.
Las temidas profecías del «Doctor Catástrofe»
SUSANA ALCELAY
¿Qué va a pasar en el futuro? Nada como escuchar a Nouriel Roubini para saberlo, para conocer el alcance de la tormenta que viene, aunque el privilegio tenga nombre de catástrofe, la que se asocia a este profesor de Economía de la Universidad de Nueva York cuyas predicciones y malos augurios llevaron al The New York Times a bautizarle con el nombre de «Doctor Catástrofe». Su delito fue alertar en 2006, ante una platea de ilustres pero incrédulos colegas del Fondo Monetario Internacional, sobre la llegada en 2008 de la crisis que ha cambiado el mundo tras el estallido de las hipotecas «subprime» en Estados Unidos. Sus «visiones» fueron más allá y ese mismo 2008, en marzo, este gurú de la economía internacional auguró tajante que en unos meses habría que nacionalizar bancos. Solo hay que recordar lo que pasó en los meses posteriores en Estados Unidos, Reino Unido, Holanda o Alemania.
Roubini es un personaje mediático, un experto en cuándo y por qué las crisis económicas suceden, un personaje al que todos siguen con atención aunque en alguna ocasión escucharle invite a huir de la Tierra. Hoy predice el futuro económico desde la RGE (Roubini Global Economics), una sociedad económica con oficinas en NuevaYork, Londres y Nueva Delhi, especializada en el análisis financiero, donde se cocina a fuego lento el futuro de la economía mundial.
Este profesor de 54 años nacido en Estambul, de origen judio, y hoy ciudadano americano, hizo su último pronóstico la pasada semana en Cernobbio, en el Foro Ambrosetti. «La economía americana está bastante débil y si el paro no mejora sutancialmente la Reserva Federal tendrá que lanzar un plan de estímulo con masiva inyección de liquidez». Dicho y hecho. El jueves pasado la Fed anunciaba su tercer plan de estímulo desde que estalló la crisis, 40.000 millones de doláres al mes inyectados en vena a la primera economía del mundo.
En julio aseguraba Roubini que la «tormenta perfecta» que predijo hace meses comenzaba a tronar sobre la economía mundial. «Nubes financieras oscuras y altas se acercan en todo el mundo», comenta el economista, para el que el mayor problema para la economía mundial tiene nombre propio: eurozona. Una eurozona que puede fragmentarse por culpa de Grecia o España, dijo. Las perlas hacia nuestro país son variadas... y envenenadas: «España es una amenaza para la eurozona», «va a perder su acceso a los mercados a final de este año, por lo que se verá abocada sin remedio a un rescate y podría abandonar la zona euro a largo plazo». Esperemos que este visionario esta vez no acierte.