@Eduardo Segovia - 02/08/2009 06:00h
"La operativa de la banca es la siguiente", explica una fuente perfectamente conocedora del asunto: "En cuanto una pequeña empresa tiene un impago, aunque sea un cliente de toda la vida, es un sálvese quien pueda, todo el mundo huye despavorido como si tuviera la peste. Pero en el caso de los promotores, como la banca está harta de comerse activos, les dan una línea de crédito para que al menos paguen los intereses de la deuda y darles bola durante dos años a ver si se arregla esto y pueden volver a pagar". Para justificar esto, se supone que el promotor aporta garantías adicionales, normalmente suelos con muy poco o nulo valor. Es decir, niega el crédito a los solventes y con los insolventes amplía el riesgo todavía más, con otro crédito sobre el crédito moroso. Justo lo contrario de lo que pregona.
La casuística es enorme y afecta a todas las entidades, aunque en mayor medida a las más grandes. Pequeños empresarios -dueños de tiendas, de bares, de empresas de servicios, de peluquerías, etc.- que son clientes de toda la vida de su entidad y que se han encontrado con que, justo en el momento en que lo están pasando peor por la caída de las ventas y por la dificultad para cobrar las facturas que les deben-, el banco le corta el grifo. No puede pagar las nóminas, ni a los proveedores, ni a Hacienda, ni a la Seguridad Social. Y si quiere reabrir su línea de crédito, la entidad le mete un diferencial estratosférico frente al Euribor o le obliga a poner más garantías: el local donde desarrolla la actividad si es suyo; y si no, su propia vivienda.
En la mayoría de los casos, se trata de gente honrada y solvente que no se ha retrasado jamás en el pago de sus cuotas, que está al día con sus impuestos y cotizaciones, que normalmente tiene contratados más productos de la entidad -planes de pensiones, fondos de inversión, seguros...- y que nunca ha dado motivos al banco o caja para que le consideren "sospechoso". Pero da igual. El argumento es que ahora el departamento de riesgos ya no aprueba las operaciones que se hacían antes (en provincias es muy socorrido echar la culpa a "Madrid") y que la financiación se ha encarecido mucho para el banco, por lo que no tiene más remedio que pedir más garantías y trasladar el coste del dinero al cliente. Pocas veces se alude a que el euribor está en mínimo histórico o a que los bancos tienen barra libre para conseguir todo el dinero que quieran del BCE al 1%.
Todo el mundo conoce a alguien en esta situación. Y hay casos muy sangrantes, como que el banco endurezca las condiciones pese a que las garantías sean excelentes -hay quien le ha ocurrido con fondos monetarios absolutamente seguros y líquidos-, o que incluso las cambie en la propia notaría. "En ese momento no sabes qué hacer, quieres escapar pero estás entre la espada y la pared y no tienes más remedio que aceptar lo que le pongan delante", asegura un empresario que se vio en este brete.
Abocadas al cierre
Lo peor, claro está, es que muchas de estas empresas no tienen más garantías o no pueden asumir unos costes financieros tan altos, con lo que acaban echando el cierre. Lo cual significa despedir a sus empleados -que engrosan las listas del paro y cobran prestaciones que aumentan el gasto público-, dejar de pagar impuestos -con lo que aumenta el déficit público por el lado de los ingresos- y dejar de cotizar a la Seguridad Social -con lo que su precario equilibrio se deteriora aún más-.
A veces, el banco o caja propone una solución: las líneas del ICO que, según el propio instituto, son los únicos créditos que se han dado en España en el último año. Pero los empresarios a las líneas ICO las llaman Bin Laden: "Se supone que existen pero nadie las ha visto", asegura el propietario de un pequeño negocio, que explica que lo habitual es pedir todas las líneas (Liquidez, Pyme, Emprendedores, Internacionalización...) a ver si 'cae' alguna. Se trata de un proceso burocrático, largo y farragoso, y en la mayoría de las ocasiones las pymes no disponen de ese tiempo. E incluso si son agraciadas con un crédito, no es precisamente "blando", y menos después del endurecimiento de las condiciones en marzo. Eso, cuando el ICO no le da el dinero a empresas que no lo necesitan para nada y lo invierten en depósitos.
La alternativa de cambiar de entidad en busca de un trato más cálido no es factible: "Si ya nos cuesta mantener los créditos a los clientes de toda la vida, a los que vienen de nuevas por la puerta ni los atendemos, porque sabemos que vienen rebotados de otra entidad donde les han cerrado el grifo", aseguran en una entidad mediana. Eso, cuando directamente no les sueltan algo así como "vaya, no querías saber nada de nosotros cuando las cosas te iban bien y ahora vienes a pedir ayuda".
La indignación de los pequeños empresarios crece todavía más con la publicación de las cuentas del primer semestre, en las que se ha puesto de manifiesto que los bancos y cajas han utilizado masivamente la liquidez para, en vez de dar crédito, comprar deuda pública, con la que obtienen una rentabilidad interesante con un riesgo mucho menor. Una operativa que al Gobierno le viene muy bien, porque tiene que colocar ingentes emisiones de bonos para financiar el galopante déficit público español.
Los promotores, como si nada
Ahora bien, todo esto no rige si se trata de un promotor inmobiliario. En las últimas semanas hemos visto a las grandes inmobiliarias que siguen vivas anunciar muy orgullosas la refinanciación de su deuda, lo que les quita la presión de la quiebra durante un par de años; la última en anunciarlo ha sido Realia, hace unos días, y antes que ella fueron Aisa, Afirma , Reyal Urbis, Renta corporación o San José, y se mantienen las conversaciones para intentar salvar a la que tiene la situación más delicada: Nozar. En otros casos, la refinanciación no ha sido posible y los bancos se han quedado con la promotora: Colonial o Metrovacesa.
"La banca se ha dado cuenta de que provocar el concurso de acreedores no es bueno para nadie, y ha aprendido de los errores de Hábitat o Martinsa. Ahora es mucho más proclive para hablar, negociar y dar hilo a la cometa antes que tener que provisionar de golpe deudas millonarias. Porque estas provisiones destrozarían la cuenta de resultados justo cuando llega la segunda oleada de morosidad, y a más de una la pueden poner al borde del precipicio", explican en una consultora. Otra cosa es que, muy probablemente, dentro de dos años el problema no se habrá resuelto y será todavía más grave. Pero ésta es la estrategia por la que han optado el sector, el Gobierno y el Banco de España: no reconocer los problemas, ir aguantando como se pueda y confiar en que las cosas se arreglen solas.
Al final, todo se resume en una frase muy socorrida en el sector: "Si le debes al banco 100.000 euros, tienes un problema; si le debes 100 millones, el que tiene un problema es el banco".