Hace cuatro años, el economista y profesor
Luis Garicano, (44 años, Valladolid)
previó la catástrofe financiera que se cernía sobre España.
Las incomprensibles hipotecas a interés variable concedidas por los bancos crearon una gigantesca deuda. Eso se unió al mismo modelo muy bajo en productividad
basado en el ladrillo (como en los años 60). Para colmo, el gobierno español se dedicó a hacer gastos locos. Este economista definió entonces la amenaza en dos palabras: “
Cóctel megaexplosivo”.
Y explotó.
Hundimiento total de la Bolsa, mercados que
atacan sin piedad la solvencia española, un gobierno aprueba medidas de último minuto, una economía no crece,
tasas de paro megahistóricas…
Lo más natural sería que hoy sus predicciones fueran incluso peor, y que Garicano echaría mano de los peores epítetos del diccionario:
catástrofe, némesis, pánico, caos.
Pues no.
“Mantengo un enorme optimismo sobre la economía española”, dice en una conversación telefónica desde Utrecht, Holanda, patria de su mujer.
Un momento. ¿Es que se le han enfriado las calenturas a este prestigioso profesor de Economía y Estrategia en la
London School of Economics?
“Estamos en vías de resolver los temas complicados”, afirma antes de razonar estas declaraciones tan provocadoras para los tiempos que corren. A ver.
Para empezar, Garicano ve algunas cualidades del momento económico. Primero, la deuda pública española es una de las más bajas de la UE. Es el 70% del PIB.
“Nuestro país es sostenible”, afirma.
Y si todo estaba tan claro, ¿por qué no se ha hecho
Ese ha sido el problema.
“Hasta mayo de 2010 el gobierno no hizo nada, a pesar de que le avisamos muchos economistas. El gobierno ha perdido mucho tiempo y ha hecho medias reformas”.
¿Dónde está la salvación, entonces?
“En que en la
primera semana del gobierno que gane las próximas elecciones” (y recalca en la primera semana, no en la segunda), “se aprueben tres medidas contundentes”.
Una. Reforma del mercado laboral.
Dos. Reforma del sistema financiero.
Tres. Reforma de la financiación autonómica.
Vamos por partes.
Garicano, al igual que muchos economistas que han promovido el
Manifiesto de los 100 economistas, pide que la maraña de contratos en España se resuma en
un contrato único.
Y aquí dispara: “Este contrato único tendría una indemnización por despido baja en los primeros años, que iría subiendo con el tiempo”.
Según Garicano, eso animaría a los empresarios a
crear empleo porque tendrían menos miedo a contratar.
Negociación colectiva
¿Y sobre la negociación colectiva? Dar un tajo al nudo gordiano que, según él, la tiene paralizada. “Los convenios tienen que negociarse por empresa.
Nada que un burócrata venga a decirte el precio”.
Se refiere Garicano a que en España los convenios se negocian a lo grande entre los sindicatos y las patronales, sin tener en consideración los problemas de cada empresa. La prueba de que los convenios colectivos viven en una fantasía peligrosa es que en el primer trimestre de 2009, época en la que hubo más despidos en España, el salario medio siguió subiendo. ¿Alguien entiende esto?, se pregunta Garicano.
Aviso feo a la banca
Turno para la banca
(y lo que sostiene no va a gustar a los banqueros). El mensaje que da a los banqueros se puede resumir en pocas palabras: Señores,
bajen el precio a los pisos que tienen entre manos y asuman las pérdidas en sus registros contables.
Pero Garicano no está hablando de bajadas del 5%. No señor:
“Del 30% o del 40%. Lo que pasa es que los bancos no quieren bajarlas para no dar pérdidas”. Pero Garicano piensa que no hay que tener piedad. ¿Qué los accionistas se quedan sin dividendo? Pues a aguantarse. En pocos años se van a recuperar porque los bancos darían salidas a sus stocks.
Para explicarlo mejor, Garicano lo aborda por la vía contraria. Supongamos que los bancos no bajan el precio de las viviendas. Vale. ¿Qué pasa con esas casitas sin vender? Que al paso de los años,
les salen goteras, se deterioran y entonces, tomen nota banqueros, “el precio sí baja. Y, una de dos: o le meten pintura y obra, o no la venden ni regalada.
“Si bajaran los precios ahora, los extranjeros se las comprarían”. Garicano hace el recuento:
hay 1,5 millones de viviendas vacías, es decir, recursos sin utilizar. Y sin vender. O sea que…
Si los bancos bajan los precios, y si los jóvenes consiguen empleo, entonces se daría una combinación planetaria:
joven compra piso. Banco concede crédito.
Con ello se resolvería el problema de dos recursos sin usar: 4 millones de parados y 1,5 millones de viviendas invendidas.
Queda una cosa pendiente: asumir las pérdidas reales del sistema financiero. “España debe decir a Europa que necesitamos 25.000 millones para capitalizar nuestro fondo de ayuda a la banca (FROB), para que no haya dudas de que con eso ya estaría bien”.
Los inmensos gastos autonómicos
Y ahora, las autonomías.
¿Cuál es el problema? Que el gobierno prometió que habría un control central del
déficit autonómico. ¿La realidad? Nada de nada. Es más elevado que antes y ahora nadie sabe cómo pararlo.
La esperanza es que con un gobierno central y con las autonomías en manos del mismo partido, haya un control estricto del gasto. No más aeropuertos en medio del desierto.
¿Qué se lograría con estas tres medidas, según Garicano?
A.
“Los mercados volverían a creer en España y prestarían dinero”.
B.
“Saldríamos de la crisis rápidamente”.
Esta es la parte bonita del cuento. Ahora viene la fea.
Los meses de tormenta
Para disminuir el déficit, hay que recortar gastos o aumentar los ingresos fiscales. Lo segundo es casi imposible. Lo primero, puede ser inmediato lo cual puede tener consecuencias sobre el empleo, los contratos, los suministros, los salarios…
“Tendremos un periodo con una pérdida del nivel de vida. Pueden ser unos meses de verdadero sufrimiento. Luego nos recuperaremos”, dice el economista.
Ahora bien, queda una tarea muy importante: hay que avisar al pueblo. “Estas cosas no se arreglan solas. El gobierno tiene que explicar al país lo que hicimos mal y cuál es la solución. Tiene que decir: nos endeudamos con los bancos, los mercados internacionales nos prestaron dinero y ahora hay que devolverlo”.
La calle, ¿en llamas?
¿Habrá una reacción de manifestaciones y protestas callejeras?
“Ese miedo existe”, dice el profesor, “pero sin crecimiento económico la política no existe”.
Garicano recuerda que no todo serían recortes y malas noticias. El contrato único será bueno para los jóvenes. La bajada de las viviendas también.
Y si las cosas desembocan al final en crecimiento económico, el impacto podría ser mejor de lo esperado. “Un país como España
puede ser el ejemplo y el catalizador de que las cosas pueden cambiar en Europa”. Generaría confianza en que existen salidas.
“Eso a Europa le va a gustar”, concluye.
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